La grabación en audio completa de la conferencia puede escucharse en línea aquí y las grabaciones de audio individuales de cada intevención al inicio de cada transcripción abajo.
En las transcripciones de las intervenciones individuales a continuación se ha intentado mantener la mayor fidelidad a las palabras reales, con una mínima edición para mayor claridad, sin perder la frescura y espontaneidad de un evento en vivo. Fueron realizadas por varios miembros de la Mesa Interreligiosa del Conurbano Norte.
Hemos agregado al final algunas preguntas para la reflexión como guía para analizar individualmente o en grupo el rico material que han esbozado los expositores.
Zaida Azás, coordinadora de la Mesa Interreligiosa Nacional de la Coalición Cívica (presentación de la Mesa Interreligiosa)
Grabación
Bueno, primeramente, buenas tardes a todos. Es un gusto compartir con ustedes un momento como éste. Voy a ser muy breve, porque va a ser para mí un placer poder escucharlos.
En primer lugar, dijo recién Alejandro, la mesa...un pantallazo. La Mesa Interreligiosa es algo más abstracto. Vamos a intentar llevarlo a la realidad para poder entender. Simplemente se trata de un grupo de ciudadanos, que podemos estar afiliados o no a un partido político, y que bajo el paraguas de la Coalición Cívica, en este caso, procuramos el bien común, pero desde un orden diferente. Es desde el orden de los valores.
Esencialmente, los principios, los valores, son aquellos que tenemos en común, y es un desafío y a la vez una alegría muy grande, cada vez que lo podemos hacer como musulmanes, judíos, representantes de los pueblos originarios, evangélicos, católicos, nos podemos reunir y podemos interpretar y darnos respuesta a la necesidad desde el lugar de los valores.
En este tiempo, las palabras espiritualidad y valores han vuelto al tapete. En este caso vamos a aprovechar esto, pero lo que queremos decir es que no existe dignidad, que no existen valores, si no se llevan a la práctica y a la acción cotidiana.
La política es una búsqueda del bien común. ¿Cómo buscar ese bien común? Nosotros tenemos algunos principios y solicitamos a aquellos que quieren formar mesas interreligiosas en todo el país y que tienen que ver con los principios de la ética.
La ética tampoco es un concepto ambiguo, abstracto. Está representada en las acciones concretas de los sujetos, en la cotidianeidad y en todas las organizaciones y acciones en que interactúan.
También queremos explicar el sujeto de la política. El sentido de la política es apuntar al bien común. Muchas veces hemos escuchado sujetos que han actuado a favor de bienes particulares y han atentado en contra de ese sentido de la política.
En ese sentido abrimos los brazos a todos los credos y las tradiciones. Muchas veces hemos aprendido y estamos aprendiendo cómo los pueblos originales no quieren saber nada que hablemos de religiones, pero sí de sus tradiciones, de sus culturas y de los principios y valores que los han sustentado a través de los siglos y con los cuales marcan y dirigen su tarea.
Decía que nuestros principios tienen que ver con la ética, tienen que ver con la república, porque no existe la posibilidad de libertad, de equidad, de distribución de ingresos, de desarrollo posible, si no se ven instituciones, las cuales debemos fomentar, alentar, controlar y a veces debemos construir.
También queremos trabajar en la posición de la defensa de la anticorrupción. Esto es tener una presencia activa.
Nosotros decimos que estamos vinculados al Movimiento por la Paz. Yo soy miembro ejecutiva del Movimiento por la Paz y la No Violencia, pero esa posición no implica un pacifismo resignado sino una actitud activa a favor de aquellas cosas que son nuestros principios.
Concretamente, podemos decir que en la práctica cotidiana escuchamos personas que señalan repetidamente sus valores, aun aquellas cosas que nos desagradan profundamente y nosotros, pareciera que hemos estado avergonzados de sostener los nuestros. Nuestra fe, nuestros credos, nuestros principios, nuestros valores, son nuestros baluartes, y la Coalición Cívica pone a la Mesa Interreligiosa como una de las ocho patas horizontales en que se sostiene. Ella debe ser la custodia de los valores, de los procederes, tanto dentro de la Coalición Cívica en general, como de los sujetos.
Nosotros no pretendemos tanto, pero sí queremos empezar por casa. Invitamos a todos a hacerlo y a reunirnos, desde un lugar diferente, donde tal vez no tengamos el éxito fugaz, rápido, que con otras alternativas de poder se tienen, y construir una lógica de poder basada en los principios de nuestro Creador, desde nuestros principios, nuestros valores, donde cada uno los tiene y queremos compartirlos. Agregamos también a aquellos otros que no pertenecen a ninguna religión y tienen los valores propios que nosotros tenemos: la Ética, la República, la Opción por los Pobres, éste es un mandamiento bíblico que implica dos cosas: desarrollo productivo y distribución de la riqueza.
Bueno no les robo más tiempo. Esto es un servicio. Alejandro les puede dar más datos sobre el particular.
Presentación de los expositores:
Cuando organizamos esta Conferencia-Debate, nuestra impresión es que había poca participación de los creyentes en política. No sé si coinciden con esto. Las razones pueden ser, por ejemplo, que hay pocos creyentes en la política o que los mismos, cuando actúan políticamente, no transmiten los valores que sostienen. Podemos preguntar a los conferencistas cuáles serían las razones, cuáles serían las posibles soluciones.
El primer conferencista será el Lic. Alberto Ivern.
Alberto Ivern (ponencia)
Grabación
Respecto de lo que dijo Alejandro, es verdad que cada uno de nosotros podría exponer sobre el tema en cuestión. Quisiera agregar a eso que ninguno de nosotros podría encontrar algo novedoso sin los otros. Creo que nos inter-necesitamos. Lo novedoso es que lo que nos podamos llevar como riqueza va a ocurrir por la complacencia de todos. Creo que efectivamente va a ocurrir, y ojalá que así sea.
Con relación a lo que decía Zaida, quiero hacer dos reflexiones: una en cuanto a que los valores tienen que ser puestos en práctica, vividos, efectivamente. Creo que, cuando uno elige, demuestra en qué lugar de su escala está cada uno de los valores, o sea, se puede hablar de valor sólo desde las opciones. La otra, con relación a los pueblos originarios. Ellos no suelen hablar de religiones, porque toda su cotidianidad es una especie de rito religioso, dado que está relacionada con todo lo creado. No todos los pueblos originarios creen en un absoluto, en el sentido que absorbe desde afuera de ellos, pero si de una divinidad que está debajo de todo.
En cuanto a la pregunta “¿Por qué se escucha tan poco la voz de los creyentes en los lugares de decisión?”, se me ocurren dos tipos de causas. Una, endógena, relacionada con lo que nos está pasando dentro de nuestras iglesias. Creo que no hemos entendido ni el misterio de la uni-trinidad ni el misterio de la encarnación. No nos hemos dado cuenta que Dios está en la comunidad humana, en la historia humana. Que la historia debiéramos analizarla en clave de construcción de la uni-trinidad.
Creo que hemos reducido la experiencia de fe a una suerte de resignación: ante lo fatal, tener fe. También la hemos reducido a una obediencia, a creer en la autoridad porque es la autoridad, no porque el espíritu me inspira en coincidencia con ella. También la hemos reducido a creer en un dogma, a una formulación definitiva, es decir, en general, a lo opuesto de crear, de provocar, de generar, de cambiar, de responder a medida que, o a propósito de.
Una primera propuesta sería recuperar esa dimensión de la fe que es provocar lo imposible. La fe es una provocación. Alguien que no puede caminar, de pronto camina sobre sus propios pies. Alguien que no podía ver, de pronto ve. Alguien que no podía escuchar, oye. ¿Quién hizo esto? La fe. “¡Tu fe te ha salvado!”. La fe es poder lograr lo que no sería lógico esperar. Es más, la fe, aunque sea pequeña, como un grano de mostaza, bastaría para correr montañas y decirle a una montaña: “Tirate al mar”. Por supuesto, hablamos en lenguaje metafórico, porque son montañas los problemas, son montañas las costumbres, son montañas la cantidad de entramados que a veces impiden las iniciativas.
La fe es esa sabiduría que convierte el agua en vino, es esa providencia que multiplica los panes y los peces o que logra pescar donde no hay peces. Si recuperáramos esa vivencia de fe, tendríamos el poder de ver con los ojos de Dios, que equivale a dejar de vernos como individuos aislados, sujetados (esclavos) y poder vernos como un pueblo en marcha, capaz de atravesar desiertos. Es decir, podríamos reconocernos en un proyecto comunitario de liberación. Creo que hemos reducido la práctica cristiana a un ritual casi hermético, sobre todo intrascendente.
Hay una dimensión profética de la comunión cuando es vivida. Cuando una comunidad vive en comunión, constituye un anticipador estructurante de lo que podría ser toda la humanidad si viviera esa lógica de la comunión. O sea que, la vivencia misma de la comunión, sería un anuncio. Pero, además, al haber perdido esa energía hemos perdido la eficacia que tiene la Palabra de Dios. “Los que viven la Palabra y la ponen en práctica, esos son mi madre y mis hermanos”. María no era la madre de Jesús porque lo parió biológicamente, sino porque vivía la Palabra. Si viviéramos la Palabra, seríamos otros Cristo.
Por último, hemos reducido el concepto de “practicante” a participar en algunos rituales, que está bien, pero que no implica habitualmente considerar como practicante a quien practica, por ejemplo, la justicia, la lucha por los derechos, por la equidad; por lo tanto, la política. Todavía hoy, cuando un católico, por ejemplo, le dice a un cura: “Quisiera dedicarme a la política. Creo que Dios me pide que haga esto”, el sacerdote le dice: “Bueno, allá tú” [sonrisas], o sea, “Tú ¡allá!” [sonrisas].
Particularmente, dentro del catolicismo, hemos reducido la Iglesia misma al sector jerárquico, como si pudiera sobrevivir sin un pueblo, sin una comunidad de fe, mayoritariamente laica. Esto no es solamente un problema de las iglesias, sino bastante más general. También la empresa generalmente se consideraba el dueño. Algunos directivos que decidían “Vamos a llevar la empresa de acá para allá, vamos a cerrarla, vamos a abrirla”, y los obreros eran quienes podían contratarse o despedirse. No era la empresa todo el conjunto de trabajadores y dirigentes, hasta que los trabajadores aprendieron que podían aprender todos esos roles y sobrevivir sin sus dirigentes. Lo mismo pasa en otros órdenes, sucede con muchos artistas, que creen que un espectáculo tiene que ver con los actores, como si los mismos pudieran existir sin ese convenio con el público.
Todo esto también le está ocurriendo a la Iglesia Católica, que no reconoce a sus laicos, fuera de las funciones asignadas: catequesis, ayudante, etc.. La institución Acción Católica, por ejemplo, se definía como la participación del laicado en el apostolado jerárquico de la Iglesia. O sea, el laico podía participar en lo que, en realidad, era competencia de la jerarquía. O como cuando un sacerdote es desplazado, se dice de él: “Vive reducido al estado laical”. Escuché a una mujer decir: “Es mejor que ser un mal sacerdote, ser un buen padre de familia”. Como si fuera tan fácil ser un buen padre de familia, o como si alguien incapaz de ser un buen sacerdote, pudiera ser un buen padre de familia. Como que lo heroico está de sacerdote para arriba. Si la Iglesia no puede reconocer a sus laicos, como si el Espíritu Santo no pudiera soplar en alguien que no fuera un jerárquico, menos está en condiciones de percibir que el Espíritu Santo pueda soplar fuera de los ámbitos eclesiales. Por eso que la Iglesia tardó siglos en reconocer, por ejemplo, los derechos humanos, promovidos fuera de la Iglesia y muy recientemente está comenzando a reconocer los movimientos sociales (Documento de Aparecida-Brasil, del Episcopado Latinoamericano). En general, tendencialmente, sólo puede reconocer una acción de Dios en acciones realizadas, emprendidas, monitoreadas, supervisadas o controladas por sacerdotes u obispos.
Lo expuesto, históricamente fue así, también, por lo menos en el relato histórico, aparece así. Desde la conquista española rescatamos, por ejemplo, a Francisco de Victoria, quien rechazó varios argumentos, como el descubrimiento, porque en el lugar ya había estado, nación. También rechazó el argumento de que los aborígenes eran incapaces. Recordemos que Aristóteles había dicho que uno era plenamente humano a partir de una cierta edad y que el resto eran incapaces, aceptando que a éstos se los encomendara a alguien capaz. En esto se fundamentaron las encomiendas, los encomenderos, que básicamente era tener a su servicio aborígenes como esclavos.
También recordamos a Francisco Suárez que, junto con Francisco de Victoria, plantea hasta qué punto los títulos que esgrime España son justos. Francisco Suárez, a pedido del Papa, postula que la soberanía era propia del pueblo y no del rey, es decir, si muere el rey, la soberanía pasa al pueblo. Este principio lo veremos luego en Moreno, en Locke.
Estos personajes intervienen incluso en la elaboración del derecho de los pueblos. Francisco de Victoria era dominico y Francisco Suárez, jesuita.
Otro personaje, más conocido, es Bartolomé de las Casas, gran defensor de la causa de los aborígenes. Propone que la evangelización se lleve a cabo respetando las culturas y creencias de los pueblos, al contrario de lo que se pensaba comúnmente, particularmente en el pensamiento de Sepúlveda, que decía que para evangelizar había que apelar a todos los medios, incluido el poder político y militar. Bartolomé de las Casas se convierte a partir de un sermón que da Montesinos, en adviento de 1511, que dice: “Todos ustedes están en pecado por ser encomenderos, es decir por tener esclavos”.
En el relato histórico, aparecen dichos “personajes”, destacándose que son sacerdotes. En todo el proceso de nuestra independencia aparecen varios sacerdotes y se dice que había más de los que aparecen en las pinturas.
Por otras investigaciones, se sabe que la verdadera evangelización estuvo mucho más a cargo de laicos: mujeres, abuelas, porque no había muchos obispos en América Latina, por lo que no había ordenaciones y consiguientemente, no había muchos sacerdotes. Curiosamente, no se mencionan las acciones de las mujeres y de las abuelas.
Yendo hacia el presente, no hace mucho que la pastoral social consistía, por ejemplo, en que un cardenal se reuniera con tal o cual dirigente de la CGT, lo que solemos llamar “arreglo de cúpulas”.
Si queremos encontrar ejemplos rápidos de la acción reciente de la Iglesia en la política podemos nombrar a la hermana Marta Pelloni, al Obispo Piña, al padre Farinello, al Obispo Lugo, en Paraguay. Es decir, que toda esta tradición de la participación de Iglesia en la política, o está hecha por clérigos o está invisibilizada. No aparece en la narración de lo que hicimos la acción de los laicos.
Para que aparezca el rol del laico, como aquel en quien se encarna el evangelio, tenemos que recuperar ese paradigma de la uni-trinidad. Conviene aclarar a que me refiero con este concepto. En el relato de la creación del hombre, el autor sagrado pone en boca de Dios estas palabras: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza”. El plural es una primera alusión a las tres personas divinas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Entonces, ser humanos significaría construir nuestra semejanza. Y cómo es posible ser semejante a un Dios que es uno y trino, a este misterio de ser uno y trino. Donde lo uno no es la masificación, no es lo único. Lo trino no es cada uno en la suya. Es algo muy misterioso, casi inconcebible, pero poderlo concebir es lo que descifra el proyecto social, que es la propuesta que Dios le hace al hombre. Ser uno, como comunión entre diferentes e inter-necesarios. No somos iguales y separados como el consumismo individualista nos lo propone, sino diferentes e inter-necesarios y llamados a ser una comunión.
Cuando somos esa comunión es que somos reino de Dios y podemos decir que tocamos el cielo, que empezamos a vivir en la tierra como en el cielo. No es algo que alguien pueda lograr individualmente, sino en comunión con otros. Cada uno puede y debe lograrlo pero en comunión con otros, en la dinámica del recíproco reconocimiento, de la reciprocidad. Solamente recuperando este paradigma, de que estamos llamados al recíproco reconocimiento y a la comunión, a la integración para lograr la integridad, recuperando esta idea de que la historia humana es el escenario de la encarnación del evangelio, no algo que pasó una vez, allá, sino la divinización de lo humano. La experiencia de fe, como provocación de la providencia. La comunidad, en comunión, como sede de la sabiduría. Si no recuperamos todas esas dimensiones, es difícil que aparezca el rol del laico.
Estas son las que se me ocurren como causas endógenas. Son las que desde nuestras iglesias podríamos cambiar, para tener algo significativo que aportar. Si recuperáramos la capacidad de convertir lo imposible en posible, de transformar una reunión aguada en vino, si tuviéramos esos secretos que son para los que fuimos creados, lo cual no significa ser magos sino nada más que ser cristianos, la humanidad vendría a pedirnos que anunciemos esos secretos, que les digamos cómo hacemos para lograr esta forma de convivir, esta manera de solucionar los problemas. Un primer aporte, por lo tanto, sería convertirnos.
También hay causas exógenas. No debemos sentir que todo fue mal porque no participamos, porque en realidad, hubo muchísimas acciones destinadas a que no participemos, principalmente las tendientes a hacernos creer que no teníamos poder para provocar cambios. Por ejemplo, cómo nos contaron la historia. Nos la contaron de manera que los que podían participar eran otros, que los héroes son los otros, invisibilizando los aportes interpersonales.
Vamos a realizar una rápida verificación. ¿Cuál es el primer país del mundo que declara la libertad de todos los esclavos? La historia que nos contaron es que fue Estados Unidos o Francia,... ¿Hay algún ejército latinoamericano que haya vencido a Napoleón? No sabemos que el primer país del mundo que declaró la libertad de los esclavos, fue un país latinoamericano y que hubo un ejército latinoamericano que venció a Napoleón. No lo sabemos porque no nos lo han dicho. Entonces creemos que no se puede hacer nada. Creemos eso porque han invisibilizado nuestros logros. ¿Alguno de ustedes vio alguna vez una estatua de Cabral? ¿Cómo era Cabral? ¡Cabral era negro! ¿Quién sabía que Cabral era negro? La historia no nos lo dice. Porque ¿cómo un negro puede desempeñar un papel importante en la historia?
La historia, que es lo que incide en nosotros, no necesariamente es la narración de los hechos reales sino algunas veces narra la visión de quienes la escriben. Hoy día la narración que prevalece da a entender que no es conveniente participar. Esa famosa mano invisible que mueve todo, cada tanto, como en la crisis actual, se vuelve visible. Se compran bancos,... Esa mano invisible lo es porque se la oculta todo el tiempo, pero hay quienes manejan los hilos para conveniencia de unos y en general, con perjuicio para las mayorías.
Un modo de invisibilizar es narrar la historia dejando afuera a la mayoría de sus protagonistas y dejando sólo algunos individuos, de forma tal que cuando queramos que alguien nos salve o libere busquemos al salvador ó héroe individual que pueda conducirnos y no organizándonos.
Otra causa exógena es la imagen pública de la política. Hacer política es por ejemplo hacer caja, hacer negocios sucios. Eso está legitimado para los empresarios pero no para los políticos.
Otra imagen pública que hay del político es que tiene un gran poder para tomar decisiones. No es tan así. No es que el político es el que toma las decisiones, es en todo caso uno de los poderes, no siempre el que más decide. Actualmente son pocas las cuestiones que se deciden, aun a nivel nacional. ¿Quiénes, por ejemplo, decidieron la crisis actual? Para poner algún ejemplo: ¿quién había votado a María Julia Alsogaray para resolver las cuestiones ecológicas? Muchas personas que sinceramente quieren poder real para transformar la realidad, lo buscan por otro lado y no en la política porque esto implica levantar manos o hacer negocios, sin cambiar nada.
Hay otro concepto que acalla la voz de los creyentes, que es el concepto de liderar como una suerte de mandar mandando, en lugar de mandar obedeciendo, es decir, haciéndose eco de ese soberano que es el pueblo y considerando que tener poder es en realidad tener un deber más que un haber.
Otra distorsión social es el concepto de saber como una especie de abstracción, una descripción abstracta que no cambia nada. La inteligencia es como tener muchos títulos y no es el saber elegir la mejor opción entre varias, y no es algo social sino individual, cuando en realidad se necesitan integrar las diversas inteligencias para que una sociedad decida inteligentemente. También al concepto del aprendizaje se lo distorsiona cuando se lo considera como una acción unilateral: alguien que sabe, enseña a otro que no sabe.
Estas distorsiones nos influyen a todos a través del lenguaje. Las palabras lindas como corregir, parece ser que es yo te corrijo, como una acción individual de uno hacia otros, en lugar de co-regir; coincidir, incidir juntos, co-incidir; convidar, preciosa palabra, dar vida con, darnos vida; interés, ser entre. Todas estas palabras están distorsionadas hacia el individualismo. Tendríamos que recuperar el lenguaje.
Todas estas distorsiones juntas hacen que sea muy difícil la participación y debamos hoy plantearla como una conquista. Nadie nos está invitando a participar a la mesa de las decisiones. Si queremos participar vamos a tener que luchar muchísimo, ganarnos lugares, empezar en pequeños territorios a vivir otras lógicas, es decir, lo que queramos proponer ensayarlo entre nosotros y desde esos lugares no contaminados de la lógica del individualismo consumista, desde esa autoridad, ser una voz diferente.
Norberto Saracco (ponencia)
Grabación
Gracias. Buenas noches. Trataré de ceñirme a los veinte minutos que tenemos y abordar el tema propuesto desde mi propia perspectiva de fe que creo que puede contribuir a sumar las otras perspectivas.
De hecho, cuando planteamos la participación política de los creyentes, estamos, si se quiere, definiendo allí un universo, que es el universo de los creyentes. Detrás de la pregunta, como en algún momento se sugirió en la presentación, se presupone que los creyentes no han participado todo lo que se esperaba, o debían, o podían. En realidad, planteado esto así, de manera tan general, tendría distintos abordajes. Porque, para ser honestos, al menos en nuestro contexto argentino, cuando hace aproximadamente dos meses el estudio que se hizo del Conicet sobre religiosidad en Argentina muestra que el noventa por ciento de los habitantes de esta nación dicen... [problemas con el micrófono]. Decía que, cuando nos acaban de demostrar que el noventa por ciento de los habitantes de Argentina dicen creer en Dios, en realidad lo que tenemos entonces que afirmar es que los creyentes han participado en la política. La cuestión es de qué manera, con cuánta fidelidad a sus creencias, y con cuánta coherencia con sus creencias. Porque planteado así, en blanco y negro, parecería entonces que la participación política ha estado en manos de no creyentes, y no es esa nuestra realidad. Nuestra realidad es que la participación política ha estado en manos de creyentes incoherentes con la fe que profesan. Entonces esto es un dato que desde una sociedad de fe, como esta que vamos a ver e interpretar, es un dato que tenemos que tomar.
El otro dato de nuestra realidad es que todos, creo, coincidimos estamos en un momento y una etapa de crisis de lo que sería la democracia formal, o sea la democracia del voto. Y no es que estemos sugiriendo otra forma de gobierno fuera del voto, pero sí [ ] que el voto ya no es suficiente. Aquella foto de la persona poniendo el voto en la urna, como una foto de la máxima demostración de la democracia, ha sido importante, sigue siendo importante, pero puede tener la trampa de hacernos pensar que ahí termina el acto democrático, y en realidad, hoy todos entendemos que la verdadera democracia, además de el voto en la urna, la constituye la participación. Es decir, ya no la delegación simple y llana en ciertas personas que elegimos para determinada tarea política, sino que, además de eso, creemos que acompañando esa manifestación concreta de la democracia, entra nuestra participación.
Déjenme dar un aporte desde mi propia experiencia de fe, para que ustedes la conozcan y sumemos entre todos. Las iglesias... digamos... nuestras raíces, nuestras raíces protestantes y evangélicas vienen de las reformas del siglo XVI. En aquel tiempo, teníamos una gran participación en las cuestiones políticas. Tan es así que mucho de la democracia liberal, contemporánea, tiene que ver con esas raíces, en cuestión de estado, de política de estado. Tienen que ver raíces como la cuestión pública (por ejemplo, la educación pública y demás). Todos esos elementos que, de alguna forma, en aquel momento de fervor religioso, y político también, estuvieron íntimamente relacionadas.
Cuando las iglesias protestantes y evangélicas –sé que no es lo mismo, pero lo uso para abreviar y entendernos– llegamos aquí hace aproximadamente... bueno 1807... 1825 fue el primer templo. En realidad, vinieron algunos evangélicos antes, pero lo que pasa es que eran piratas y... personajes de barcos ingleses. Pero, permanencia, alrededor del año 1800. En realidad, cuando llegan está todo el tema de los imperios –España por aquí, Inglaterra por otro lado-, los primeros que llegan no se plantean entonces la participación política porque, en realidad, eran estorbos al dominio español. Por lo tanto, cuando llegaban acá siempre eran vistos como personas peligrosas. Hasta el día de hoy, con la ley, por supuesto, que rige las instituciones no católicas, que nos sigue considerando personas peligrosas y dignas de ser controladas por el estado. Ese sentido de la peligrosidad, ¿no es cierto? La contractara de eso fue que, como estrategia de misión, se tratara de no involucrarse demasiado en las cuestiones políticas locales. Eso fue así en el siglo XIX. En el siglo XX, con el afianzamiento y el crecimiento de las iglesias evangélicas, en realidad la preocupación central ha estado en las cuestiones puramente, diríamos, o mayoritariamente religiosa. Una misión entendida en las cuestiones espirituales, acompañada esto de preocupaciones por temas sociales y educación, pero nunca en la cuestión de la participación política.ntral ha estado en las cuestiones puramente, diríamos, o mayoritariamente religiosas.
Así, a partir de la década del 80, donde, con el advenimiento de esta última etapa de la democracia, y al mismo tiempo el crecimiento de las iglesias evangélicas, es donde ha comenzado a plantearse con más continuidad y con más asiduidad la cuestión de la participación política.
Para ser honestos, la primera reacción a esta invitación a la participación ha encontrado varios obstáculos. Por un lado, un obstáculo de no querer mezclarse en cuestiones “tan sucias” como la política, ¿no es cierto? Como que la política está en manos de otros, y entonces un buen cristiano mejor no mezclarse en esas cosas. Ese pensamiento, que [puesto así] parece muy simplista, ha ido permeando y afectando la intención de participación. Pero la verdad es que en los últimos años inclusive eso ha cambiado. Pero, claro, entonces nos enfrentamos ahora a otra dimensión de la participación [cambio de micrófono]. Decía que estamos pasando de un momento en que estaba mal participar, era visto como algo sucio, algo de los otros, algo que no nos pertenecia, a ir involucrándonos o promoviendo de alguna manera el involucramiento en los temas políticos, en los temas sociales.
Estoy haciendo aquí un trazado a brocha gorda y bastante desprolijo por el poco tiempo que tenemos. En realidad, ha habido momentos en nuestra propia historia en que ciertos grupos protestantes han tenido una participación muy activa, como en la década del 70. Han sido inclusive fundadores de diferentes grupos de derechos humanos. Pero estoy hablando aquí de lo que ha sido la tendencia mayoritaria. Hoy día, se plantea, por cierto, cómo participar. Y cómo participar desde la fe, porque de eso estamos hablando, no es cierto, cómo participar como creyentes. Entonces, ahí, en nuestro seno, hay al menos dos o tres distintas posturas.
Por un lado, aquellos que creen que esto debe ser algo a lo cual debemos invitar a cualquiera de los creyentes y decirle: “Si tienes vocación, o ganas, o deseo, participa en política”. Hay otros que no solamente invitan a quienes quieren participar en política sino que van un poquito más lejos y dicen: “En realidad, nuestra tarea, nuestro deber y nuestra responsabilidad como cristianos es ejercer nuestra fe donde estamos, no es cierto, y procurar que los valores y principios puedan avanzar, puedan hacerse presentes, visibles, en la sociedad en la que estamos”. No solamente dejarlo en manos de políticos, lo cual no estaría –cuando uso acá la palabra “político” no lo uso despectivamente–, sino en realidad cada creyente, en mi caso cada cristiano, debería vivir de tal manera su fe que afecte los lugares donde está y afecte la sociedad en la que vive.
Hay, también, un tercer elemento que creo que es bueno mencionar, porque es lo que más conflicto interno produce, y es la participación en política de los pastores o líderes de la iglesia. Y ahí hay enormes signos de preguntas y hay enormes discusiones. Solamente como aporte en la mesa, diríamos que hoy día la tendencia mayoritaria dentro de lo que es el mundo evangélico protestante es que los pastores no debemos participar de la política partidaria. Y ahí viene entonces una diferencia que es importante marcar: la diferencia entre la política partidaria y la política, digamos las acciones políticas, las acciones que tienen definitivamente implicación política. Entonces, muchos de aquellos que tenemos un rol de liderazgo dentro de las iglesias sentimos, creemos, que nuestra participación política debe ser en apoyo de principios, valores, involucramiento en defensa de la vida en todo sentido, los derechos humanos, pero no involucrarnos partidariamente, porque nos entendemos como pastores de toda la iglesia.
Y, entonces, ahí viene el tema. Para que una cuestión política se haga realizable, evidentemente tiene que ser a través de los partidos políticos, lo cual está bien que así sea. Eso significa, al mismo tiempo, una cuestión de poder. Es decir, hay que construir poder, y no está mal que usemos la palabra poder. Y en esa construcción de poder hay funciones que tomar. Entonces, cuando empezamos a ver la política como función de poder –que lo es-, sentimos que en esa construcción de poder hay cierta parte de la iglesia que debe mantenerse al margen de la construcción del poder pero no al margen de la participación en hechos que definitivamente tienen incidencia política.
Así que este es un poco el cuadro, el estado donde estamos en este momento. Creemos que en este tiempo hay dos o tres cosas que debemos afirmar y de hecho lo estamos haciendo desde nuestra perspectiva de fe. Una, es definitivamente que nuestra vivencia de la fe debe expresarse de tal manera que afecte la sociedad entera. O sea, la fe no la entendemos como para ser vivida en lo privado sino más bien la fe que trasciende lo privado y afecta todo lo que hacemos.
Un segundo argumento relacionado con esto es que hay un aporte que podemos hacer aquellos que tenemos fe, que es el aporte de lo trascendente. El aporte que creemos, en realidad, que nuestro proyecto no se agota hoy, mañana o pasado mañana. Y aquellos que tenemos una visión de eternidad, nos da una visión de paciencia, también. Urgencia y paciencia. Trabajar urgentemente pero al mismo tiempo tener la paciencia para esperar los cambios. Creo que hay un aporte desde la fe que tiene que ver con la trascendencia.
El tercer elemento a mencionar, también desde la fe, es que es posible afectar, es posible hacer cambios, es posible producir cosas, no necesariamente desde la lógica del poder, sino especialmente desde la lógica del servicio. Y esto, claro, entra en contradicción con ciertas concepciones aun de la política, pero me parece y nos parece que aquellos que venimos de una experiencia de fe este es un elemento para llevar. Es posible provocar cambios, es posible afectar no solamente desde el poder, sino también desde el servicio.
Yo compartía dos ejemplos en una reunión hace poco, hablando de estos temas. El tema del poder y la participación. Mencionaba, por ejemplo, el caso que se mencionó aquí, todo el tema de la esclavitud en Estados Unidos, y los negros, y todo lo demás. En realidad, el que produjo el cambio, la inflexión, el antes y el después, fue un pastor negro llamado Luther King. No lo hizo desde el poder, no lo hizo desde el Congreso, lo hizo desde la coherencia. Me tocó estar hace dos años en su congregación, un salón chiquito como éste. Y estar ahí, pensar que cambió la historia. Lo que no sabía era que también su madre había sido asesinada poco años después de su muerte. Y el padre de Luther King era un pastor también. En realidad, el pastor principal era el padre. Así que, el domingo después de la muerte de la madre, la esposa del pastor este, la madre de Luther King –Luther King hijo ya había sido asesinado, la madre fue asesinada también–, estaba toda la prensa y todos los medios allí en Atlanta en esa iglesia, viendo lo que iba a decir el pastor, el padre de Luther King. Así que cuando llegó el momento, comenzó el servicio con estas palabras: “Yo también ya lo perdoné”. Se pusieron a cantar, y siguió el servicio.
Los que tenemos fe creemos en el poder de la debilidad. Y creemos que hay maneras de cambiar una sociedad sin necesariamente recurrir a la lógica del poder. Ojalá este sea nuestro pequeño aporte.
Guido Cohen (ponencia)
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No me di cuenta, cuando te mandé mi curriculum, que ése es el que por lo general uso para la comunidad judía. Tendría que haberlo mandado subtitulado, pero bueno… nada de lo que dije ahí es algo malo (risas), no se preocupen.
La pregunta que nos convoca es, de alguna manera, por qué los creyentes no participan en política. Yo, como buen judío, voy a responder la pregunta con otra pregunta, que es lo que hacemos nosotros, ¿no? que es: ¿Por qué los argentinos no participan en política? Yo creo que la pregunta central es esa. No estamos hablando acá de por qué la gente que profesa tal o cual fe no se involucra en la construcción de lo común, sino por qué a los argentinos nos importa tan poco construir ésta, que es nuestra tierra prometida.
Creo que esto tiene que ser como la primer anotación al margen de esta pregunta, porque creo que los hombres de fe no escapamos al fenómeno del mundo en el que vivimos. Y el mundo en el que vivimos, particularmente la Argentina, es un mundo totalmente descreído y desinteresado de la política, hasta el momento en el que la política le toca el bolsillo o alguna cosa de igual magnitud de sensibilidad como puede ser la billetera, la cartera (risas)…Pero y en ese sentido, por un lado esta pregunta y por otro lado una afirmación, y es que todos participamos en política, nos guste o no, mal o bien, responsablemente o irresponsablemente, pero todos participamos en la política.
Quiero ilustrar esto con un episodio bíblico, con una lectura particular que tienen los sabios de la tradición judía, con un episodio bíblico que es la revuelta de -en hebreo decimos Cora, en castellano dicen Coré- ¿no?, cuando, no sé si recuerdan, el texto ahí en el libro de Números, cuando Coré, junto con digamos un grupo de gente, Datán, Abiram, On hijo de Pelet, de la tribu de Rubén y otro grupo de gente más, se rebelan contra el poder de Moshé (Moisés), que es el, digamos, más allá de que no haya sido elegido democráticamente, es el líder legítimo del pueblo, porque lo decide Dios.
Ellos se rebelan, la revuelta fracasa, la tierra se abre, los come. Después Dios elige aniquilar a una parte considerable del pueblo de Israel... Y los sabios de la tradición judía se preguntan por qué Dios mata tanta gente después de la revuelta de Coré, si el inicio de la historia ya nos cuenta de manera, como taxativa, una lista, quiénes fueron los que hicieron esa revuelta, y fueron un grupo de gente: 5, 10, 50 tipos.
Y un comentarista bíblico judío del siglo XIX, llamado Malvin, él dice: “No nos confundamos, estos 10 tipos fueron los que hicieron la revuelta; Moisés y su familia y su núcleo fue quien la resistió y todo el pueblo miró cómo eso pasaba sin hacer nada. Entonces, ¿por qué Dios castiga a una parte tan importante del pueblo? Porque la indiferencia, como actitud política, es una acción importante”. Uno no puede pretender decir: “Yo con la política no tengo nada que ver, entonces no hago nada”. Bueno, entonces estás teniendo mucho que ver, porque estas permitiendo que legitime cierto sistema; el que sea, bueno, malo, pero quien se queda en su casa y no hace nada está teniendo una actitud política con incidencia más que profunda en la realidad que vivimos.
Entonces, por un lado, decir que “nadie participa” y por otro lado, decir que “política hacemos todos, creyentes y no creyentes”.
Ahora para ser… esto no es nuevo, esto no es nuevo…. para intentar buscar una explicación genérica de por qué no nos interesa involucrarnos, vuelvo a la Biblia, porque es el libro que más conozco. Siempre dicen: “Cuando no sepas de que hablar, habla de lo que sabes”.
Y otro personaje que puede describir de alguna manera esta situación es Noé. Noé en ese sentido es como el primer argentino, que le dicen: “el mundo se está por destruir” y ¿qué hace el tipo? Se salva él. Construye un arca, se encierra y se salva. Quizás la antítesis de la figura de Noé es la figura de Abraham, que le dicen: “Sodoma y Gomorra, dos ciudades que están lejos, en la que no tenés nada, que no tienen porque interesarte -es más, están llenas de pecado- se van a destruir” y Abraham le dice a Dios: “¿El juez de toda la tierra no va a hacer justicia?”. Es decir, eso que parece no pertenecerme y no tener nada que ver conmigo, me pertenece. Esos hombres en Sodoma y Gomorra, por más pecadores que sean, son yo. El argentino toma mucho el modelo de Noé. Es, nos encerramos en nuestra arca, mientras nosotros podamos capear el diluvio, bien o mal, nosotros y nuestra familia, ¿por qué involucrarnos en aquello que digamos…? ustedes imagínense, a mí, siempre cuando trabajo esto con los chicos, cuando enseño, me encanta imaginar esto como si fuera una película, como situaciones. Imagínense que Noé tenía un vecino al lado, por ejemplo, que capaz que lo veía todos los días, lo saludaba, a la mañana: “¿Adónde vas?”. “A trabajar, ¿y vos?”. “No, yo tengo algo que hacer en el fondo de casa”. Y el tipo iba construyendo un arca para salvarse, sin avisarle al mundo que lo rodeaba, que el mundo se estaba por destruir, que iba a venir un diluvio. Era bien argentino, digamos. Y, en ese sentido, digo, buscar razones de por qué no nos involucramos.
Creo que para responder desde la perspectiva propia, que es la judía, hay una razón que es muy importante, que no puedo dejar de mencionar, porque no sería sincero y transparente, que tiene que ver con, durante mucho tiempo en la historia, yo creo que yo ya por ejemplo cuarta generación en la Argentina, no tengo esa sensación, pero una sensación de extranjería muy importante del judío de la tierra que habite, cualquier que sea. Y eso puede ser un elemento para explicar la poca participación, entendiéndolo ahora sí en un sentido más acotado, de la poca participación política de los judíos.
Que es una consecuencia, por una lado de, digamos, algo que atraviesa nuestra identidad. Lo judío se constituye a partir de la noción de exilio. Primero en el año -586, a manos de Nabucodonosor, cuando fuimos a parar a Babilonia. Después en el año 70, a manos de Tito, el gran exilio de la destrucción del segundo templo de Jerusalén y de ahí, digamos, no tendría sentido ponerme a contarles, pero Inglaterra, España, Portugal, cómo los judíos van siendo expulsados de todos los países en los que más o menos van a parar, salvo honrosas y contadas excepciones, y entonces, claro, ¿por qué dedicarse a construir lo común si no lo siento como propio?
Y, en ese sentido, el siglo XX nos presenta a los judíos un dilema muy particular. Porque el siglo XX nos permite al pueblo judío retornar a su tierra, con eso que para nosotros es un milagro. Es tener la tierra de Israel como tierra que, en algún sentido nos es propia. Pero también pone al judío de la diáspora en la situación muy particular, que es: “Si querés ir, es tu tierra y que se yo, bárbaro, está; y, si no, tenés un vinculo de afecto muy fuerte, estudiás, visitás, aportás a la construcción de esa tierra, pero elegís quedarte”.
Quiere decir que ya la diáspora ya no es una imposición, no es un exilio, sino que es una opción. Entonces, al ser una opción, es un deber de compromiso y de participación con la tierra que elegís como tuya, y que en ese momento se transforma en tu tierra prometida.
Esto para el pueblo judío es muy nuevo. Israel celebró sus 60 años hace algunos meses. Tuve el privilegio de estar en Jerusalén esos días, mayo, es muy poco como para pedirle… Mis abuelos son nacidos en Argentina, y es raro entre mis amigos judíos. La mayoría de los judíos, sus abuelos…, los míos porque son de origen oriental, de la zona de Arabia, pero la mayoría de los judíos, que son de origen de Europa Oriental, de Rusia, de Polonia, vinieron acá en los alrededores de, en el periodo de entre guerra o escapándose de la masacre nazi, entonces es muy difícil pedirle… y digo, estamos trabajando en eso, pero es complicado.
Por otro lado hay una cuestión de, tampoco cargar todas las tintas sobre “el judío y su pertenencia o no a la tierra”, sino una cuestión de la tierra en la que vivimos. Nosotros no podemos dejar de remarcar, cuando hablamos de la participación política de los creyentes, que hasta hace 14 años, la última reforma constitucional en este país solo se podía ser presidente de la nación si uno era católico apostólico romano. Y este artículo se reformó, pero el 2, que dice que la Nación Argentina sostiene el culto católico apostólico romano, sigue vigente. No es que esté proponiendo ni promoviendo un cambio, pero puede explicar un poco, desde el caso particular de los judíos, por qué es a veces complicado involucrarse de lleno en la construcción de algo que, si bien es común, en el imaginario público es más común para otros. Yo creo que es una de las razones más importantes. Muy por debajo de la razón más importante que es para mí, que a los argentinos no nos importa el lugar en el que vivimos, que hacemos, quién nos gobierna, siempre y cuando más o menos vayamos manejándola.
Y, en ese sentido, la pregunta que creo que tenemos que hacernos es si los creyentes tenemos que participar en política. Basta de buscar por qué no lo hacemos y preguntarnos si tenemos que hacerlo. ¿Tenemos que, como pastores de nuestras congregaciones, promoverlo? ¿Tenemos que construir acciones concretas para que los creyentes que nos reconocen a nosotros como maestros se involucren? ¿O tenemos que decirles: “Hacé lo que quieras, allá vos?”. O decirle: “No, eso está mal, nosotros los judíos eso no hacemos. Mejor dedicáte a otra cosa…”
Yo creo que la respuesta a eso, vuelvo al mismo texto, está en la Biblia. La respuesta de si el hombre tiene que involucrarse en lo político, es un enérgico y enfático “sí”, y está en la Biblia. Esa es la respuesta de Dios, la respuesta de Caín en boca de Dios cuando dice, como pregunta, pero que el lector bíblico quizás debe tomar como afirmación: “Soy el guardián de mi hermano”, “soy el guardián de mi hermano”.
Lo que viene antes de eso, es cuando Dios pone al ser humano en la tierra y le dice: “Te pongo en este jardín para que lo trabajes y lo cuides”. Entonces, ¿hay afirmación política más enérgica que esa? Nosotros estamos en el jardín, para trabajarlo y para cuidarlo. No para depredarlo, no para vivir de él, tomar lo que podamos, no, no para preocuparnos solo por lo propio. Todo el jardín es nuestro para trabajarlo y cuidarlo.
Entonces yo creo que no podríamos convencer a un hombre de fe de que la propia fe le pide que no se involucre en la política. Como decía… en la época norteamericana, en la época del trabajo tan fuerte de los protestantes por los derechos civiles, la Biblia es un libro subversivo si los hay, ¿no? Si hubiesen tenido que prohibir un libro, en vez de prohibir, no sé, a Neruda, a… tendrían que prohibir la Biblia. Si vos no querés que un pueblo se libere, prohibí la Biblia. Mientras dejes que la gente lea la Biblia y prohíbas todo lo demás…
Porque es la esencia, el germen de todas las libertades y todo lo que nosotros podamos buscar está ahí y yo creo que está ahí, en ese versículo que citaba antes que es el tema del hombre creado a imagen y semejanza de lo divino. Es un mensaje revolucionario radical, la idea de todo ser humano es creado a la imagen y semejanza de lo divino. Es decir, no sólo tu semejante que vive en Vicente López, bueno, decimos ¿el que vive en San Isidro es creado a imagen y semejanza de lo divino? Sí. Y el boliviano también. Ahí ya es más difícil entenderlo. Andá a decirle a un judío que el palestino también, por ejemplo. Andá a decirle a una señora que tiene un ejército de criadas que todas son imagen y semejanza de lo divino. Andá a hacerle entender a una persona, que lo vivimos tristemente en todo lugar, que es víctima de la inseguridad, que incluso el delincuente es imagen y semejanza de lo divino. Resulta que ahí está casi una imposición bíblica que nosotros nos involucremos como hombres de fe en custodios de ese mensaje. El seminario rabínico donde yo estudié tiene una ley, que es un versículo bíblico que dice: “Vosotros sois mis testigos”.
La idea que cada uno de nosotros, cada ser humano, es testigo de la presencia de Dios en la tierra, a través del rostro de cada ser humano. Y si nosotros no nos involucramos en el procurar que cada persona de la tierra en que vivimos tenga sus necesidades satisfechas o la posibilidad de tener calor en invierno, un techo, vestimenta, educación y todo eso, estamos cometiendo el peor de los pecados, que es, digamos, casi la idolatría, lo que en lenguaje judío se llamaría la disminución de la imagen de Dios.
Es decir, si cada ser humano es imagen y semejanza de lo divino, un hombre durmiendo en la plaza cubierto por diarios es blasfémico. Los sabios del Talmud dicen: “Si una persona por ejemplo, hay un busto de un rey en un imperio, y una persona escupe ese busto o lo tira y lo rompe, ¿contra quién está cometiendo la trasgresión? ¿Contra el busto? No, contra el rey”. Cada persona que hay durmiendo en nuestras plazas es, de una manera, un acto de rebeldía contra la autoridad y contra la presencia divina en la tierra; muy fuerte. Nosotros, como hombres de fe, tenemos que garantizar que eso no suceda. Y no hay otra forma que involucrarnos.
Después podemos discutir, y en eso estoy de acuerdo con Norberto [Saracco], podemos discutir si desde lo partidario o no, si quienes somos pastores o ministros o rabinos o sacerdotes nos cabe involucrarnos desde lo partidario o es mejor resguardar ese lugar y dejárselo a los “laicos”, entre comillas, porque los judíos no tenemos esa distinción, sino que nosotros somos primus inter pares de la comunidad.
Pero eso es justo una discusión. Yo creo que la discusión sobre lo político la respuesta es “definitivamente sí”, y no la doy yo, ni la dan los rabinos, ni siquiera la larga tradición de 3.000 años o 2.000 años de rabinos pensando, sino que la da la Palabra de Dios en el texto bíblico que nos dice: “Vos sos el guardián de tu hermano” que nos pregunta, nos interpela como Adán, “¿Dónde estás?”, “¿Dónde estás?”. Él dice: “No, yo me escondí, me vi desnudo y me escondí”. Bueno, no podés. No podés esconderte, porque ante la presencia de Él, que todo lo ve, que todo lo sabe, que todo lo conoce, no te cabe esconderte.
Y después, les hablé del lema de mi seminario donde estudié y les quería hablar aunque sea dos palabras, porque si hablamos de involucrarnos en política, no podría dejar de mencionar a su fundador, el rabino Marshall Meyer, de bendita memoria.
Hace poco me tocó compartir una mesa, desafío en realidad, más importante. Es como el diálogo interreligioso, otros dos rabinos. Sentarse con un pastor, con un católico es fácil, pero sentarse tres rabinos, es más cuando no estamos de acuerdo, que por lo general es siempre. Y uno de los rabinos era un rabino muy ortodoxo. Digamos que, en ese sentido, yo puedo tener más en común con un pastor evangélico que un rabino ultra ortodoxo. Fue casualidad que nos sentemos en una mesa y él me preguntaba: “¿Por qué los judíos de tu comunidad no son observantes?”-observantes de la ley-, digamos, en el sentido del atuendo, de las prácticas, de los rituales. Y yo decía que él se equivocaba.
Primero, porque muchos observamos los rituales, aunque no parezca, en nuestros hogares, en nuestra vida cotidiana, pero además de eso, porque yo decía que la distinción entre los preceptos de índole ritual y los que no son de índole rituales es totalmente artificial. Digamos, esa distinción no la hace Dios. De alguna manera, como parafraseando a Job, ¿no? Dios le dice: “¿Vos creés que vos podés ordenar un amanecer?” como diciendo “¿Quién sos vos para comprender la naturaleza de la administración de justicia divina y cómo Él decide y le da importancia y prioriza?".
Y sé que les quería hablar de Marshall Meyer, porque cuando Marshall Meyer iba a la ESMA a visitar detenidos, lo hacía movido por una profunda sensación de religiosidad y de fe. Esto, hablamos de Martin Luther King, había un rabino que marchaba junto a Martin Luther King que es Abraham Joshua Heschel, uno de los grandes rabinos del siglo XX en Estados Unidos, y la famosa frase era: “Estoy rezando con mis pies”.
Cuando una persona de fe hace lo que nosotros llamamos en hebreo “Tikún Olam” -repara el mundo-, lo hace movido por su fe en Dios y por la idea del cuál tiene una misión en la tierra por haber nacido…. Y que no tiene derecho a permanecer en silencio.
Ya ni siquiera es una cuestión de si tengo que comprometerme. No tenés derecho a permanecer en silencio, si vos escuchaste la voz que te dice: “Justicia, justicia perseguirás”, por ejemplo, “No habrás de oprimir al extranjero, habrás de sostener al huérfano y a la viuda pues esclavo fuiste en tierra de Egipto”.
Todas esas cosas, ya no es la pregunta si debemos participar. Creo que la pregunta sería: “¿Tenemos derecho a mantenernos indiferentes?”. Y la respuesta es: “No, no tenemos derecho”. El tiempo es ahora, hay que empezar y creo que la fe es quizás el motor más poderoso que tenemos para empezar a andar.
Porque quien tiene una inquietud sobre cómo hacer de este país un país mejor, esa inquietud se le puede dormir, se le puede acallar, puede dejar de verla. Ahora quien cree profundamente que su Creador lo llama, le impone, que debe reparar el mundo, no tiene forma de, en algún sentido, de “hacerse el sota”… no podés, porque te está mirando todo el tiempo.
Entonces yo creo que los hombres de fe en este sentido tenemos mucho para aportar a la construcción de un país mejor. Tenemos que discutir, encontrar desde dónde, y encontrar el espacio por el cual entrar sin que esto ofenda a nuestras congregaciones. Cómo ser efectivos, es en algún sentido una cuestión del management, pero no podemos desentendernos. Hay una famosa frase en el Talmud que dice: “No estás obligado a concluir la tarea, mas no te es permitido desentenderte de ella. El tiempo es corto, el trabajo es mucho y el jefe es exigente”. Así que algo definitivamente tenemos que hacer.
Y creo que, para concluir, ese “tenemos que hacer” tiene que ser bidireccional. Por un lado, nosotros tenemos que traer la política a la sinagoga, a la iglesia o al lugar que sea, la mezquita. Es decir, nosotros no podemos, aquellos que tenemos el privilegio de tener un micrófono, hablar solamente de aquello que es más inocente y poco comprometedor.
En la Pascua judía, por ejemplo, que conmemoramos el éxodo de Egipto, es muy fácil hablar de la liberación que pasó en Egipto, pero es más interesante hablar de lo que tenemos que hacer hoy acá. Y en eso creo que nos queda a los pastores, maestros, rabinos, una tarea importante que es traer la política a la arena religiosa. Que la gente en nuestras congregaciones escuche de política. Que esto que yo digo acá, con el cartel de la Coalición Cívica, lo pueda decir en mi sinagoga, vestido con mi manto ritual con la copa de vino en la mano, antes de bendecir la santidad del sábado.
Y por otro lado, por eso decía bidireccional, tengo que llevar la fe al Congreso. Creo que es aún más complicado. Todas las personas que forman parte de ese 90% de creyentes que están ahí sentados representándonos, tienen que actuar y operar ahí como creyentes. Con el color político que tengan, con la ideología sobre cuál es la fórmula para reparar este país herido que quieran, pero escondido ahí abajo esta la servilleta de un lado y la Biblia, o sea, la servilleta mejor si no está (risas). Nosotros tenemos que llegar a aquellos que nos representan. Porque los diputados o los senadores, o son católicos o son protestantes o son judíos -habrá algún ateo, digamos, habrá que entrarle por otro lado, pero la mayoría en algún lado se confiesan creyentes- entonces tenemos que ir allá, no tenemos que limitar el tema.
Muchas veces a nosotros nos llaman, hablo de la propia experiencia pero quizás compartan, nos llaman cuando hay que inaugurar la plaza, cuando hay que hablar del aborto o algún tema de bioética, cuando hay que prometer la bandera y alguna cuestión más. A nosotros no nos llaman para consultarnos sobre la estatización de las AFJP. Y yo creo que la fe tiene mucho para estudiar al respecto. Si uno agarra la Biblia dice: “Delante de las canas habrás de pararte”, es todo un tema de cuidar a la viuda, ¿no?
Nosotros tenemos que llevar el mensaje de Dios a aquellos lugares donde no lo quieren escuchar. Digo de la gente que va a la iglesia o va a la sinagoga y pide perdón, se confiesa, celebra todos los rituales, son muy religiosos en ese sentido, después son de lo más pagano en el lugar donde más se requiere de su religiosidad. Tenemos que llevar la política a nuestros lugares de oración y hay que llevar la palabra de Dios a los lugares de decisión.
Preguntasyrespuestas
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Asistente a Norberto SARACCO:
¿Coincide Ud. que en la última década el creyente se ha involucrado o participado en cuestiones de las políticas del Estado? Soy alumno del primer grupo de jóvenes políticos organizado por ACIERA. ¿Cómo ve la participación de una generación que se interesa por el bienestar de su prójimo, a través de la política?
Norberto SARACCO:
Por supuesto que la vemos bien y apoyo, como respuesta, lo que el Rabino acaba de decir. Nosotros no tenemos la opción de no participar. Podemos discutir cómo participar y desde dónde participar. Pero, si asumimos que tenemos una responsabilidad hacia el prójimo, nuestra participación es sí o sí. Cualquier cosa que quiera alejarnos de ello, en realidad nos saca de lo que entendemos es el propósito del Dios en el cual creemos. Diríamos, no hay opción para no participar. La opción sería desde dónde, cómo y de qué manera.
Asistente a Alberto IVERN:
Nos pasamos la vida haciendo revisionismo y no miramos hacia el futuro. No sé por qué siempre pensamos en el pasado. Creo que tenemos que pensar en el presente. No me siento inhibida por lo que hicieron los demás.
Alberto IVERN:
Me parece muy interesante ésta afirmación, sobre todo porque creo que representa lo que piensa la mayoría de la población mundial. Sin embargo, las creencias que recibimos del pasado no están atrás, sino adentro. Esto tenemos que aprenderlo de los pueblos originarios. O sea, ese pasado no revisado sino convertido en mandato, en legado y que se convierte en legado cuando no se lo explora, no cuando se va hacia atrás simplemente. Es cuestión de desnaturalizar ese pasado, tomado como única opción, para que no se vuelva un mandato, para que no estemos sujetado a eso que nos pasó y que creemos nuevas opciones. Así, entonces, desde nuestro presente, podremos elegir nuestro futuro.
Si no creamos nuevas opciones y generamos nuestro futuro, vamos a repetir nuestro pasado, una y mil veces. Esto incluso está comprobado desde la física cuántica y desde muchos lados.
Asistente a Alberto IVERN:
¿Cree que si practicáramos y plasmáramos la Doctrina Social de la Iglesia tendríamos un campo político para desarrollar? Y si lo hiciéramos, ¿alcanzaría?
Alberto IVERN:
¡Si!, ¡Si! La Doctrina Social de la Iglesia podríamos resumirla en algunos principios como: dignidad de la persona humana y. desde esa base, varias columnas como: solidaridad, subsidiaridad, destino universal de los bienes, justicia social, opción preferencial por los pobres y todas ellas sosteniendo el bien común. Creo que esas propuestas son como claves para imaginar, desde otra lógica, la resolución de los problemas sociales.
Asistente a Guido COHEN:
¿Además de la Presidencia de la Nación, qué rangos del Estado son accesibles a las iglesias no católicas?
Guido COHEN:
En general son todos, desde la reforma Constitucional del 94, menos las capellanías. Estamos reclamando participación en las capellanías (sonrisas de los asistentes). Desde allí se brinda asistencia pastoral que puede ser realizada por varias iglesias, además de la Iglesia Católica. Se trata de tareas rentadas por el Estado.
Norberto SARACCO:
No se trata sólo de las capellanías militares o policiales. La atención espiritual de los que están en cárceles, los que están en hospitales, los que están en manicomios, los que están en asilos de ancianos, la atención espiritual de niños en distintas instituciones, es un espacio que no podemos descuidar si en realidad queremos respetar al ser humano en su dignidad y en su propia fe. Creo que es un capítulo que tenemos todavía por delante para escribir. La sociedad sigue siendo, en éstas áreas, tremendamente desigual y sólo aquellos que experimentamos esto cotidianamente sabemos de qué estamos hablando. Es un tema que, como sociedad, no podemos ignorar. Hace al respeto de la dignidad humana y hace al respeto de la espiritualidad de las personas.
Asistente para Alberto IVERN, Norberto SARACCO y Guido COHEN:
¿Por qué creen que a los creyentes sólo les preocupa cómo votan los diputados en temas como el aborto o la unión homosexual pero no cómo votan en relación a leyes sobre la pobreza, jubilaciones, etc.
Norberto SARACCO:
Creo que erróneamente hemos transmitido el mensaje que las cuestiones de fe tienen que ver solamente con las cuestiones morales, entendidas en ese estrecho margen que acaba de mencionarse, cuando la fe en realidad abarca el resto de los ámbitos de la vida, entre los cuales está la economía, la ciencia, etc.. En eso, los líderes religiosos somos culpables de haber transmitido el mensaje de fe acotado a un estrecho margen de moralidad.
Guido COHEN:
Insisto con lo mismo. A los creyentes por ahí les preocupa el tema del aborto y a otros no, pero el tema de las AFJP, el presupuesto nacional no les importa a nadie. No creo que a los creyentes nos importa sólo eso y a los demás les importa lo otro. Hasta que no les tocan lo más sensible, que es el bolsillo, no les importa. Ojalá que lo que vimos con el campo y espero que lo que puede suceder con las AFJP y otros casos movilice al pueblo en temas que quizás no los toque tan de cerca. No es una cuestión sólo de los creyentes, porque en esto vamos en el barco junto con los demás, porque en general no nos importa lo que pase en el Congreso. Creo que parte de esto es culpa de nuestro propio desinterés y parte de esto es porque realmente en el Congreso no pasa nada. ¿Por qué nos va a importar lo que pasa en un lugar que simplemente sirve para legitimar las decisiones del gobierno de turno, en el caso que tenga la deferencia de consultarlo?
Pregunta del público a los conferencistas:
¿Por qué a los creyentes no nos parece tan inmoral que haya gente en la calle?
Alberto IVERN:
La verdad que no sé. No sé por qué nos arrodillamos frente a una imagen y no frente a un pobre, sabiendo que Cristo dijo explícitamente: “Yo estoy ahí”. Pienso que además hemos sido infiltrados por la visión individualista del ser humano, incluso la religión. Esta imagen de Dios no es solamente que cada uno es una imagen, sino que es una imagen a construir con el otro, en el entre, en el entre nosotros. Esto no nos ha entrado todavía. La oración de Jesús, el pedido, el deseo más fuerte es que todos sean uno como Yo y Tú Padre somos uno. O sea, la propuesta es la de una comunión, no es de una autoafirmación o del "sálvese quien pueda". Acceder a este banquete, a esta felicidad enorme que es la reciprocidad trinitaria, es algo que todavía nos debemos porque tenemos que construirlo entre nosotros. Ahí está la cosa, un poco, que todavía no hemos caído en la cuenta de ello.
Si hay una esperanza de que esto ocurra, esta esperanza está en los cristianos. Creo que solamente desde el cristianismo o desde, digamos, una experiencia de fe, el ser humano puede recuperar estas energías de transformación. No creo que fuera de una experiencia de fe pueda recuperarse, así porque sí, las ganas de transformar el mundo o un mundo más justo.
Una asistente agregó que no solamente desde la fe sino desde lo humano. “Soy católica por tradición pero no soy tan practicante. Soy respetuosa de todas las grandes religiones. Cualquier ser humano debe comprometerse. Además el hombre es un ser político, en el más profundo de los sentidos. Por lo tanto, no puede dejar de involucrarse. Estamos mirando a la Argentina pasivamente, no sólo, por ejemplo, a los chicos tirados y a la gente que duerme en cualquier lugar de nuestro alrededor. La Secretaría del Menor va y toma lista pero no se hace cargo de nadie, por ejemplo. O ver como aniquilan a los pueblos originarios, total no sirven para nada, le sacan el voto cuando les conviene y se van muriendo. Yo formo parte de un grupo que ayuda a una escuela del Chaco salteño y es terrible lo que se ve. Tengo una amiga francesa que hace 45 años que ésta en Argentina y que, sin practicar ningún culto, trabaja incesantemente por esa escuela, por ese grupo de chicos y el estado robando, robando y robando. Como seres humanos todos debemos involucranos, desde lo más pequeño y cada día.
Zaida Azás (cierre)
Grabación
Coincidiendo con lo que la señora (arriba) dice, me voy a permitir algunas licencias, como para sintetizar lo que tan valientemente han acordado.
En primer lugar, recordando un corito que alguna vez escuché, que dice: “Saca a Dios de los templos y llévalo a las fabricas donde trabajas”, me da la sensación que, tal vez, ésta sea la hora, y en ese sentido compartido de que no se puede mantener los principios y valores adentro de los templos de piedra y, también, como bien vos dijiste (refriéndose a Alberto Ivern), lo que podemos ver desde tres lugares, primero, desde el ámbito de “contexto general”.
En un contexto general nos hemos creído el relato, efectivamente como lo mencionaste vos, de que los principios, los valores, la fe en Dios, la creencia en un Dios-Creador, ha quedado relegada al ámbito de lo privado, porque así nos lo han contado y así nos lo hemos creído. Así como nos creímos el contrato civil -esto es rousseauniano- cuando alguien corta la alambrada en un terreno, se pone adentro y dice: “Estos es mío” y los simples se lo creyeron.
Creo que, a veces, también los creyentes de los diferentes credos, hemos sido crédulos de éstos relatos permitidos de generación en generación. Así que creo, en principio que habría un ámbito general contextual que se habría diseminado también, en nuestro país en especial, porque existe un protección de determinado credo con exclusión de otros -me permito decirles que los primeros trabajos que hicimos con el Rabino Korob, lamentablemente desaparecido, tenían que ver con esto. Éste era un tema que nos preocupaba a todos los cultos y los credos que no son reconocidos por el Estado.
Dentro de esas cuestiones generales y contextuales, también se hablaron de conceptos de relatos sobre “el poder”. Me gustó éste concepto “el poder es un deber y no un haber” que vos nos trasmitiste (a Alberto), y también los conceptos del saber, unos que saben y otros que no saben. Cuando nos quedamos con esto, claramente, nos ponemos en situaciones de desventaja. El saber está en el hacer, como vos dijiste.
Volvamos a los principios y ya esto tiene que ver con razones endógenas. En las razones internas, una contextual, una interna, están las respectivas instituciones en las que estamos inscriptos como credos.
Cada uno tiene sus características, tiene su fisonomía, tiene sus tradiciones, tiene sus prohibidos y permitidos pero lo que he podido escuchar muy gratamente es que todas están en revisión. Posiblemente que el Rabino no lo puede hacer con su atuendo de culto. Éstas cosas requieren un ámbito para poder hacerlas.
También he podido escuchar que el pastor Saracco -de que la participación no es imprescindible- que aquí se puede cuestionar, se puede discutir, si es pastoral o si no es pastoral sin una participación activa partidaria.
También, este recuerdo de los lugares donde los católicos intervinieron en las cuestiones políticas, pero dentro de la modalidad de su propia estructura jerárquica.
Quiere decir que cada una de las instituciones religiosas nos condicionan de distintas maneras, así como nos condicionan los contextos históricos, sociales y políticos, y generales y particulares en los que estamos inscriptos.
Por último agregaría que también necesitamos la decisión personal.
Es dramática y maravillosa la alusión que hace el Rabino sobre Abel y Caín. Es verdad que el Señor le pregunta a Caín: “¿Dónde está tu hermano?” y Caín le dice “Y qué, ¿soy yo acaso, la guarda de mi hermano?”. Pero el Señor lo que le dice es que la sangre de su hermano clama desde la tierra. Lo hace absolutamente responsable.
Ésta es la exigencia que tenemos y que muchas veces olvidamos. Bueno, simplemente para cerrar yo quisiera agregar algunas cosas más. Se dijo que somos imagen y semejanza de lo Divino y que cada uno de los seres humanos es testigo de Dios en la tierra. Por eso es necesario que nos involucremos ¿De qué manera lo hacemos? El cómo y el cuándo va a tener que ver dentro de éstos principios bíblicos.
Hoy se mencionó a [ ]… se mencionó a Martin Luther King y otros líderes que son nombrados. Nosotros vamos a permanecer como aquellos seres, indiferentes, invisibles, esos que mencionaba hace un rato Alberto, que van a tener visibilidad en la participación social pero que, en realidad, tenemos la misma función de ser semejantes al Padre que nos creó.
En, éste sentido voy a permitirme entonces, para cerrar, decir una frase que decía Luther King,
“Y si yo no soy, ¿quién? Y si no es ahora, ¿cuándo?”.
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Preguntas para la reflexión
- Tomando en cuenta las palabras iniciales de Zaida Azás, ¿cuáles son los valores que compartimos los creyentes de diferentes religiones? ¿Podemos llevarlos al mundo de la política? ¿Haría alguna diferencia?
- ¿Faltan valores éticos en nosotros como individuos o como sociedad, o falta ponerlos en práctica como para producir cambios profundos en la sociedad?
- ¿De qué forma los creyentes podemos/debemos contribuir a la paz y a la reconciliación en la Argentina?
- ¿Cuáles son las distorsiones del concepto de la fe, tomando en cuenta la reflexión de Alberto Ivern, y cómo debería entenderse?
- ¿Tenemos nosotros o nuestras comunidades el concepto de "practicante" limitado a las actividades "religiosas", según la reflexión de Alberto Ivern?
- ¿Es correcta la apreciación de Alberto Ivern de haber dejado el protagonismo y la explicación de la historia y de los cambios trascendentales en manos de los "próceres", la jerarquía religiosa y el clero, en vez de asumir nuestro papel como actores necesarios?
- ¿De qué forma el individualismo que menciona Alberto Ivern nos ha limitado en nuestra posibilidad de afectar la política?
- Cuando Norberto Saracco dice que "los creyentes han participado en política", basándose en una reciente encuesta, ¿qué impresión le causa?
- La recuperación del protagonismo político de los protestantes/evangélicos que menciona Norberto Saracco, ¿debería hacerse volviendo a los modelos originales de la Reforma, mejorando los modelos actuales o creando modelos completamente nuevos?
- ¿Es posible lograr, en la realidad, lo que dice Norberto Saracco: "en esa construcción de poder hay cierta parte de la iglesia que debe mantenerse al margen de la construcción del poder pero no al margen de la participación en hechos que definitivamente tienen incidencia política"?
- Conceptos como el "aporte de lo trascendente", la "lógica del servicio" o "el poder de la debilidad", mencionados por Norberto Saracco, ¿son simples abstracciones espirituales que suenan bien en un templo o iglesia, o son conceptos que realmente pueden cambiar la realidad?
- ¿Está de acuerdo con Guido Cohen, cuando dice que la falta de participación de los creyentes es básicamente un problema de los argentinos en general, o hay una responsabilidad adicional nuestra?
- Cuando Guido Cohen dice que "todos participamos en política" y atribuye una responsabilidad crítica a la indiferencia, ¿qué reflexión le merece?
- ¿En qué sentido la Biblia es "un libro subversivo", en palabras de Guido Cohen?
- Tomando los conceptos de Guido Cohen, ¿cómo podemos llevar la fe a la política sin parecer místicos y llevar la política a la fe sin causar divisiones?
- La frase final de Martin Luther King que menciona Zaida Azás, ¿le parece desafiante o convocante para el que no está participando? ¿Conoce otras?
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