lunes, 28 de diciembre de 2009

Entrevista a Nina Balmaceda


Programa: "De espectadores a actores", Radio FM Fénix 100.3, Martínez.

Fecha: sábado 19 de diciembre de 2009.

Tema: “La paz en América Latina"

Conductores: Alejandro Field (AF) y Adriana Blasi (AB), de la Mesa Interreligiosa del Conurbano Norte de la Coalición Cívica

Entrevista telefónica desde Nueva York, EE.UU. a Nina Balmaceda (37 minutos)


El archivo se puede escuchar en línea cliqueando aquí y se puede bajar cliqueando aquí

Transcripción de la grabación

AF: Tenemos en línea a Vilma “Nina” Balmaceda. ¿Cómo te va, Nina?

NB: Muy bien, gracias. ¡Qué gusto estar con ustedes!

AF: Sí, es un gusto. De los 30 grados de Buenos Aires a los -3 grados de Nueva York, si no me equivoco.

NB: En efecto.

AF: Nina, es un gusto tenerte y gracias por atendernos a esta hora. Son las 7 de la mañana, entiendo, allá en Nueva York. Pero creo que es muy interesante lo que nos podés aportar al tema que venía proponiendo de por qué no pensar, en el 2010, para la Argentina por lo menos, después de dos años de mucha tensión, un año de pacificación, ¿no? Y sé que este tema de la pacificación, a veces pensamos, te decía recién antes de entrar al aire, que cada país, yo pienso en Argentina, pensamos que nuestro caso es algo muy especial, que hemos sufrido algo muy particular. De hecho, el terrorismo de estado, y el terrorismo de la guerrilla, de los 70, de los 80, todavía sufrimos las heridas, pero vos tenés un panorama mucho más amplio de toda América Latina, y ¿cómo ves toda esta situación en general, digamos, cómo ves en América Latina en cuanto a lo que pasó hace 20, 30 años, y las heridas que falta restañar al día de hoy?

NB: Si, bueno, creo que tenemos que comenzar por admitir, por cierto, que cada caso tiene sus particularidades. Probablemente Argentina y Chile sean los dos casos más similares, pero las razones que motivan la violencia política, por ejemplo si comparamos Guatemala, comparamos Perú y Argentina, encontramos ciertamente particularidades muy propias de cada contexto. Entonces no estamos simplificando sobremanera la situación. Admitimos que se estuvo respondiendo a situaciones en cada país que en muy pocos casos pueden admitir sobregeneralización. Sin embargo, cuando miramos a nuestra región, y miramos el número de situaciones de violencia política que hemos enfrentado, admitiendo las particularidades, tenemos que llegar a concluir que, en efecto, sí existen patrones bastante similares, cuando vemos la situación desde una perspectiva macro. Esas causas más generales de por qué varios de nuestros países, realmente demasiados países, de nuestra región han sufrido períodos de violencia tan intensa a nivel interno tiene, en muchos casos, que ver, en primer lugar con la extraña convicción de los líderes políticos, en distintos momentos, de que la política justifica la violencia. Que si uno está correcto, bajos sus propios criterios, por supuesto, de cuál es el destino político de su país, entonces tiene derecho a aplicar violencia, indiscriminada en muchos casos, para poder alcanzar esos objetivos políticos, y que la ley y el estado de derecho no tienen un rol en controlar las actividades de las personas en la política. Entonces, esta, lamentablemente esta convicción que ha existido y lamento muchísimo que continúe existiendo en la mente de muchos líderes en nuestra región, es probablemente este patrón sobre el cual yo quisiera explorar un poco más.

AF: Cómo no, cómo no.

NB: La segunda característica que podemos encontrar en este patrón generalizado es que la violencia tiende a afectar siempre, no en todos los casos pero en la mayoría de los casos, a las personas más pobres. Esto ha sido clarísimo en Centroamérica y en caso peruano, en menor medida Chile y Argentina, pero también la mayoría de los casos afectan a personas con menos posibilidades económicas y con un menor estatus en la sociedad, nuevamente mucho más claro en los casos centroamericanos.

AF: O sea, eso es un patrón que vos lo ves muy firme a través de los años, ¿no? O sea, no hay casi excepciones.

NB: Así es, y claro, podríamos incluso ampliar nuestro análisis, no es mi deseo irnos por las ramas, pero para mencionar que todo esto también puede estar enmarcado en un análisis de la administración de justicia, debilidades de la administración de justicia, durante aquellos momentos y que continúan en ciertos países de la región, y la situación del sistema de justicia penal, que está en crisis en toda la región, bueno, yo diría probablemente a nivel mundial. El sistema de justicia más injusto que existe es el de justicia penal. Entonces, también estos son otros dos factores, pero probablemente dados los límites de tiempo que tengamos el día de hoy podamos solamente dedicarnos a explorar dos de estos, no los cuatro que mencioné.

AF: Correcto, correcto. Ahora, Nina, yo, cuando decías esto… ¿Esto tendrá que ver con la necesidad o la idea de que las cosas se pueden solucionar rápidamente, tanto de un lado como del otro, y entonces se usa la violencia, se va por encima de la ley, porque las soluciones son rápidas, fáciles, en la mente de los ejecutores, en vez de esperar un proceso razonable de tiempo, o me equivoco?

NB: Esa es una estupenda pregunta, Alejandro. Yo considero que en muchos casos lo que hemos tenido, en efecto, ha sido la idea de que esto hay que sacarlo de raíz, este problema, esta ideología, esta diferente perspectiva de la sociedad, hay que eliminarla de raíz, en la cual el valor de la vida no ha tenido ninguna presencia, no ha habido ningún respeto al valor de la vida y a los derechos fundamentales de las personas. Ahora, cuánto el actuar rápido ha significado, como patrón general, se me hace un poco difícil decirlo. Porque, por ejemplo, en el caso de mi patria, Perú, nosotros estamos hablando de un proceso de violencia y de violentización de la sociedad peruana de veinte años, en el que realmente la mayor crueldad ocurrió a lo largo de quince años. Entonces se me hace difícil establecer un patrón allí…

AF: No, yo lo planteaba también en el sentido de que “yo tengo la solución, entonces yo soy el que…”

NB: Esa convicción de que estás correcto políticamente…

AF: Claro, entonces tengo que imponerla y no esperar el diálogo y el consenso, sino que tengo la solución mágica para todos los problemas. El caudillo, no, todo eso.

NB: En efecto, sí. Coincido plenamente contigo. Esto, especialmente, por supuesto, se hace presente con [ ] políticos militares. Curiosamente, claro, en el caso de Chile y Argentina, como en el caso de El Salvador, bueno, no, El Salvador era un gobierno, varios de los períodos de violencia en El Salvador fueron, curiosamente, gobiernos “elegidos”, pero Chile y Argentina, y Uruguay, por cierto, la violencia en Brasil y Bolivia, todos esos períodos de más alta violencia han sido bajo regímenes militares que, por naturaleza, tienen una lógica vertical, donde el persuadir a la sociedad no tiene ningún espacio.

Son regímenes autocráticos, en el que los que tienen el poder a como dé lugar van a imponer sus ideas. Lo más terrible, a su vez interesante pero realmente terrible, es que los períodos de mayor violencia, de mayor intensidad de violencia, tanto en el Perú como en El Salvador, fueron gobiernos que otras personas, al menos por un tiempo, llamarían democráticos. Lo cual nos trae también a una reflexión, de mucho temor, de qué es lo que significa la democracia. No podemos reducir la democracia simplemente a tener elecciones. El respeto de los derechos fundamentales de los ciudadanos, en general de todas las personas, incluso de los no ciudadanos, es la columna vertebral de un sistema que se llama democrático.

AF: Ahora, Nina, ¿cómo se pacifica o qué ejemplos podés dar?

NB: Por dónde empezar…

AF: A ver, dale. Algunas ideas, algunos ejemplos concretos que se han dado, digamos, en tu país. ¿Qué falta hacer para cerrar esta brecha y avanzar hacia delante después de toda la violencia que han sufrido nuestros países?

NB: Bueno, yo creo que todo lo que queremos hacer debe responder a un objetivo, especialmente yo hablo como una persona que ama al Señor y que ama los valores del reino de Jesucristo, y que uno de esos valores es la reconciliación. Creo que son múltiples aspectos que tenemos que explorar, pero me gustaría por lo menos comenzar diciendo que el objetivo, el norte, que tendríamos en cada una de nuestras naciones es el de fomentar la reconciliación. Para ello, un paso fundamental que varias de nuestras naciones han seguido ha sido establecer comisiones de la verdad con miembros de plena responsabilidad, de reconocida reputación en sus países como personas que están comprometidas con el futuro de sus naciones. El único caso excepcional fue el de El Salvador, en que el grado de violencia tan grande hace imposible prácticamente que personas nacionales fueran miembros de la comisión de la verdad, entonces tuvieron que recurrir a personas notables del extranjero. Pero en todos los otros casos hemos tenido, bueno, en el caso de Guatemala fue una comisión mixta que incluyó a los guatemaltecos, en todos los demás sí, los representantes de las sociedades de sus propios países. El trabajo de esclarecer la verdad responde a un valor del reino de los cielos, que mencionó nuestro Señor Jesús: “La verdad os hará libres”. Poder encontrar un camino a la reconciliación no pasa por ocultar y sepultar la verdad. Tiene que pasar por el esclarecimiento de los hechos, el esclarecimiento de las causas, los mecanismos, de los procesos que llevaron a tal crueldad. Entonces, en este caso, en nuestra región hemos tenido comisiones de la verdad a nivel nacional en Argentina, dos en Chile, una relacionada, bueno en Argentina por supuesto ustedes lo saben mejor que yo, ha sido relacionada con el tema de la desaparición de personas. En el caso de Chile, hay dos comisiones de la verdad, una sobre la desaparición forzada de personas, la otra sobre los casos de tortura. En El Salvador fue sobre la situación de violencia que incluyó desapariciones forzadas y masacres. En el caso de Guatemala, igualmente, trató sobre los desaparecidos, pero también trató de identificar los procesos de corrupción en el sistema militar e investigaciones de masacres. La comisión de la verdad en Panamá, muy interesante, bastante más pequeña pero también muchos de esos [ ] una comisión de la verdad para un tema común en la región, que es el crimen de desapariciones, también durante el régimen militar. En mi patria, la comisión de la verdad también se centró en este crimen, igualmente las masacres, igualmente las acciones, lo cual es muy de destacar las acciones de los grupos rebeldes, en este caso del grupo terrorista Sendero Luminoso y del Movimiento Revolucionario Tupac Amarú. Y similarmente en Uruguay la comisión de la verdad se centró en los casos de desaparecidos y acciones de asesinatos por órdenes del estado.

AF: Ahora, Nina, lo que yo me parece también, viendo los puntos de vista del cristiano, es que a mí, por lo menos, lo que veo que faltan dos componentes creo que vos mencionaste para la reconciliación. El tema del arrepentimiento y el perdón, no, para la reconciliación. Porque yo no veo, o sea, una cosa es esclarecer la verdad, mostrar todo, pero no he visto, por lo menos en mi país, en Argentina, que ninguno de los que causaron este baño de sangre, este desastre, simplemente digan: “Pido perdón por lo que he generado”, y que la otra parte, bueno, tenga la libertad o no de darle, de perdonarlo. Pero el primer paso tiene que ser un pedido de… un arrepentimiento, ¿o me equivoco mucho?

NB: Creo que me siento un poco tímida respecto de establecer cuál debe ser el primer paso o el segundo…

AF: Bueno, pero ¿cuáles son los pasos necesarios?

NB: Exacto. Coincido completamente en que necesitamos, tanto en el tema de violencia política como en general, en toda violencia, en todo acto criminal en nuestros países, comenzar a ver la justicia como justicia restaurativa, cual es el significado bíblico de la palabra “justicia”. La justicia de Dios es para fomentar un reencuentro, es para darnos cuenta que hemos errado y que hay espacio para aquel que se arrepiente pueda volver a la comunión. Si aplicamos este bellísimo principio eterno en la justicia, como justicia restauradora, como justicia restaurativa, nosotros debemos promover que las personas que estuvieron como sociedades, porque como sociedades también compartimos responsabilidades, pero especialmente los perpetradores poder llegar a ese momento. Yo me sentiría un poco limitada en decir ese tiene que ser el primer paso, en el sentido de que no debiéramos limitar los otros, las otras etapas, las otras fases que son requeridas a un cambio de actitud de los perpetradores, ya que esa es una actitud bastante personal y no hay cómo el estado ni las iglesias puedan controlar eso. Pero aquí sí veo un espacio muy grande, muy notorio para el rol de los cristianos y todas las iglesias. El abrir nuestros brazos, el abrir nuestras comunidades cristianas, tanto las personas víctimas y a sus familiares como a los perpetradores y sus familiares. ¿Por qué? Porque es la enseñanza de la Palabra la que lleva al arrepentimiento. Es muy difícil pensar que mecanismos gubernamentales o del sistema judicial, como existe en este momento –si fuera otro sistema judicial restaurativo, bueno, estaríamos hablando de otra cosa– pero, como está la situación de administración de justicia no es un sistema diseñado a hacer que la persona que ha infringido la ley, que la persona que ha causado el daño, reconozca su culpa. Es un sistema meramente punitivo. Entonces, el espacio de la meditación en la Palabra, viene a mi mente en este momento la historia de Zaqueo [Lucas 19:1-10], una de las historias más claras, no la única por cierto, de la justicia restaurativa. La presencia de la Palabra viva, encarnada, en Jesucristo, le lleva a él a reconocer su pecado, a reconocer cuántas veces ha abusado, y a hacer reparaciones. Entonces, creo que este rol es esencial, que las iglesias debamos abrir, primero nosotras mismas, perdonándonos, perdonándonos los miembros por nuestras negligencias, porque por supuesto al final del día han sido las sociedades en su conjunto quienes han fallado, quienes les han fallado a estas víctimas, pero también reconociendo que hay responsabilidad individual, que hay responsabilidad personal, y que estamos aquí, como pecadores también, para apoyar a estas personas en un proceso de confesión, en un proceso de entender que confesando el pecado, que confesando la maldad, se inicia el proceso de sanidad. Pero creo que nos equivocaríamos de pensar que eso puede ser decretado.

AF: No, por supuesto. ¿Qué podemos aprender de la experiencia sudafricana, que fue tan impactante, por lo menos para la sociedad de ellos –habrá cosas que no se pueden transferir– pero qué podemos aprender de la comisión de verdad también que implementaron con Desmond Tutu, Nelson Mandela, que podamos aplicar a nuestras sociedades acá?

NB: Bueno, el caso de Sudáfrica ha sido como el modelo para muchas de nuestras comisiones de la verdad. Ellos, una de las decisiones más controversiales, he tenido el privilegio de conversar con algunos de los miembros de esa comisión, quizás una de las decisiones más difíciles que ellos tuvieron que hacer fue la decisión de intercambiar amnistía por verdad. El sistema que ellos tenían en su país estaba diseñado específicamente para proteger a las personas blancas en el poder y simplemente, para resumir, y simplemente arrancarles la dignidad a las personas negras. Entonces, era imposible para ellos encontrar la verdad, a menos que las personas que habían estado en el poder, y las personas de las fuerzas armadas, colaboraran. Dada la situación de injusticia estructural tan profunda que existía, ellos se vieron forzados, y repito, me consta que fue una decisión muy controversial para ellos, en ofrecer amnistía a las personas que tuvieran la valentía, digámoslo así, de dar ese paso de contar con detalles qué es lo que había sucedido, puesto que ellos no tenían acceso a los registros oficiales. Esto, nuevamente una situación controversial, generó el éxito de la comisión de la verdad en esos términos: el poder ofrecer a la sociedad sudafricana, y al mundo, un testimonio fidedigno de lo que había sucedido por décadas en ese país.

AF: O sea fue, para esa sociedad, fue la única forma, y de hecho aparentemente fue exitosa, para salir del pantano…

NB: A ese nivel, a ese nivel de encontrar la verdad. Y, como repito, creo que ese es uno de los primeros pasos: esclarecer. La sociedad tiene que saber qué ha pasado. Y que la verdad no se reduzca a lo que me ha contado una persona que yo conozco del pueblo, sino entender lo que pasó sistemáticamente en la nación.

AF: Todos esos encuentros de los de los dos lados, los que habían torturado y los que habían sufrido la tortura, eran todos públicos, eran grabados, me parece, era de acceso público.

NB: Así es. Eran audiencias públicas. No todas, pero había muchas, y hubo un espacio, un espacio para la emoción, que es algo que yo quisiera destacar. Obviamente, el verdadero arrepentimiento es el arrepentimiento que trae consigo una restauración de la persona y que trae consigo reparaciones, como es el ejemplo de Zaqueo en la Biblia, y no es el único ejemplo. Pero también, si bien obviamente en Sudáfrica el tema de la reparación todavía es un tema pendiente, como en casi todos nuestros países, el espacio para la emoción, el espacio de encontrarse con la víctima, de poder conversar y confesar, y expresar el estar arrepentido de lo que uno ha hecho, creo yo tiene también un espacio de sanidad, tanto para el infractor como para la víctima o para sus familiares. No es suficiente, pero es un tema que en estos últimos años yo he estado explorando dentro de estos nuevos caminos de justicia restaurativa, y precisamente el Árbol Sicómoro, permítanme usar este ejemplo, el árbol sicómoro en la historia de Zaqueo, es un programa que llevó adelante la Confraternidad Carcelaria en distintos países del mundo, que precisamente fomenta este momento. Fomenta que personas que han causado daños a sus víctimas puedan conversar, quizás no necesariamente con su propia víctima, pero con otras víctimas de similares crímenes e intercambiar sus historias. Y esto genera un puente de diálogo, un reconocimiento del otro como ser humano, que es algo que yo creo que en el tema de pacificación, el tema de enfrentar la violencia política en nuestros países, tiene que darse para poder generar estos procesos de pedir perdón y, para las víctimas, poder perdonar.

AF: ¿Lo has visto puesto en práctica esto, o sea no solamente en el caso sudafricano? Contanos alguna experiencia. ¿Cómo funciona esto?

NB: Con todo gusto. Permítanme traer el ejemplo de Ruanda y después, si el tiempo nos permite, comentar algunos ejemplos de América Latina. Todos conocemos las atrocidades sucedidas en Ruanda durante la década de los 90, específicamente en diciembre de 1994. Como resultado de eso, en las cárceles, que ya de por sí estaban en una situación de decaimiento total, imagínense el efecto de traer miles de personas que participaron en el genocidio a estar en prisión. Realmente la situación es una situación sumamente crítica. Sin embargo, si no me equivoco ha sido la iglesia anglicana de Ruanda quien ha llevado adelante lo que se llama, traducido al contexto ruandés, experiencias del árbol de umuvumu. Umuvumu es un árbol que se parece mucho al árbol sicómoro y que encarna esta historia del encuentro de Jesús con este cobrador de impuestos abusivo y violento que era Zaqueo. Lo que nuestros hermanos en Ruanda están haciendo es traer a personas perpetradoras de crímenes de genocidio a conversar con víctimas o familiares sobrevivientes de víctimas del genocidio y contarles a ellos, las víctimas les cuentan a ellos, lo que ha significado perder a esta persona amada. Cuando esto sucede, muchos, no todos obviamente, pero muchas de las personas que cometieron el genocidio, los reos que están ahí, tienen una oportunidad para conversar con las víctimas, con los sobrevivientes. Tienen una oportunidad de bueno, obviamente, hay un quebrantamiento emocional, hay llanto presente, y un espacio, como decía yo, para la expresión de las emociones.

AF: Pero un llanto reparador…

NB: Es un acto reparador, es una parte esencial, creo yo, no completa obviamente, no es suficiente, pero aquí viene el elemento innovador, que fíjate que tiene presencia en muchos sistemas de justicia indígena en América Latina y en otros lugares.

AF: A ver…

NB: Y este elemento innovador es que la persona que ha sido el perpetrador, que por supuesto no siempre es posible identificar quién mató a quién exactamente, porque el genocidio en Ruanda fue totalmente indiscriminado, en el sentido que no era que yo tenía una deuda contigo, o que yo te había afectado y por eso viniste, ahí fue generalizado. Pero lo que ellos ofrecen es el poder trabajar para ayudar a sostener a la familia de la persona asesinada. Y esto es algo muy interesante. En el sistema de justicia en el mundo, en este momento, muy pocos sistemas, hay una oportunidad para que el infractor haga reparaciones a la víctima. La víctima queda tan desprotegida, con o sin juicio, con o sin condena del infractor. En cambio, esta nueva aproximación a la justicia, desde la perspectiva restaurativa, lo que nos da es, sí, efectivamente va a haber una sanción, en la medida que hay, por supuesto proporcionalmente a la seriedad del caso, pero también hay un espacio para reparar a la víctima. Y esto, por supuesto, impacta la posibilidad de reducción de la pena para el infractor. Entonces, no tenemos ya más huérfanos que han quedado completamente en desamparo, como [ ] en Ruanda en estos momentos, sino tenemos huérfanos cuyas necesidades, en cierto grado, tampoco va a ser de manera completa lamentablemente, pero en cierto grado, van a ser cubiertas por la persona que sale en libertad, con una pena reducida, a cambio de ese compromiso de poder ayudar a construir una casa para esta familia que perdió a su padre y a su madre. Entonces, son espacios que creo yo que la justicia en América Latina tiene que explorar. No podemos continuar de ojos cerrados ante las tremendas falencias de la administración de justicia. Tenemos que encontrar espacios de diálogo, pero también que ese diálogo y esa expresión de emoción dé lugar a medidas concretas que respondan a las necesidades de las víctimas.

AF: O sea, lo que vos estás diciendo es que en la justicia tiene que implementarse el castigo, la pena y todo, pero no alcanza para solucionar temas que son más allá de un crimen común. Tiene que haber otro tipo de justicia, sin obviar la anterior, por supuesto, pero que sea sanadora, no sé cómo llamarla, porque si no queda solamente alguien castigado, pero la herida sigue abierta.

NB: En efecto. Y en nivel de nuestras sociedades, creo que todavía estamos enfrentando una profunda rajadura en la textura social de nuestras comunidades, porque el odio sigue creciendo. A veces el conocer la verdad ayuda a las personas, especialmente si son personas que conocen la Palabra de Dios, son personas que valoran los principios espirituales del Evangelio, el conocer la verdad puede ayudar a sellar, a cicatrizar heridas muy profundas. Pero cuando falta ese testimonio y solamente hay el conocimiento del grado de crueldad que las palabras casi no pueden describir de lo que ha sucedido en nuestros países, y no hay mayor espacio para poder conocer al infractor, poder reconocer que toda esa maldad finalmente ha estado en manos de un ser humano, y que es un ser humano que también necesita ser restaurado… A veces esos encuentros pueden generar espacios para el perdón y para poder uno continuar con su vida.

AF: ¿Es válido…? Sí, sí, adelante, adelante…

NB: Solamente una última oración aquí, decir que, con todo lo que dicho, por supuesto no quisiera en ningún sentido disminuir la responsabilidad del estado. También hay un espacio de reparaciones por parte del estado. Eso se está llevando a cabo en ciertos países, no en todos. Necesitamos tenerlo, pero yo quería más bien resaltar ese espacio más personal de la reconciliación, pero no para disminuir las responsabilidades del estado.

AF: Claro, ¿es válido por ahí pensar siempre, tanto de las víctimas como los que no hemos participado, que el hombre o la mujer que perpetró esas atrocidades pudo haber sido yo, digamos? O sea, en esa situación no soy mejor que esa persona, y que si yo hubiera estado en esa situación tendría que haber pedido perdón y hacer la restauración. O sea, identificarme con el monstruo aquél, que yo también puedo ser esa persona. No estoy tan lejos…

NB: Esa raíz de maldad está presente en todos nosotros, y de allí la necesidad de que nuestras iglesias, nuestras comunidades cristianas, en general las comunidades espirituales, tengamos quizás una actitud, permítanme usar la expresión, más “agresiva”…

AF: Sí, te entiendo…

NB: Solamente por falta de una palabra mejor, en el sentido de no solamente dedicarnos al trabajo dentro de las puertas de nuestros templos. Por supuesto que hay un espacio para la contemplación, hay un espacio para la meditación, para el cantar unidos, etc., pero no nos olvidemos de que nosotros hemos sido puestos en el mundo como la sal, y si la sal no sala, dice el Señor, ¿para qué sirve? Estas situaciones de violencia, la necesidad de recrear el sistema de administración de justicia, el velar por las víctimas, etc., son funciones claramente que también involucran a las comunidades cristianas, en general todas las comunidades espirituales. Entonces, no seamos tímidos, no nos aislemos. Al contrario, enfrentemos y, como tú bien decías, identifiquémonos con ambos lados. Con las víctimas y con los perpetradores, reconociendo que el mensaje que tenemos es un mensaje poderoso para transformar no solamente el corazón de los individuos sino también para transformar relaciones en la comunidad.

AF: En realidad, me sacaste la última pregunta de la boca, porque era la que yo te quería hacer. El programa éste se llama “De espectadores a actores”, y promueve la participación política, pero especialmente de los creyentes de distintas religiones, ¿no? Y ¿cómo ves la situación en América Latina de la mayor participación de, en este caso cristianos evangélicos, católicos, en la política real, no? No solamente tratar de ser un grupo de poder, poner una persona nuestra para que nos haga bien, para sacar beneficios, sino este concepto de participar como uno más, con las leyes de la política, con los problemas, con todo eso, ¿está creciendo o está estancado, esperando poner a uno de los nuestros en el poder simplemente?

NB: Lamentablemente, en la mayoría de los países yo lo describiría más como un proceso estancado, en el sentido de que hay un reconocimiento de que estamos muy flacos en nuestra participación política, pero lamentablemente la conexión que se hace con esto es “Ah, entonces tenemos que formar un partido”…

AF: Claro, nuestro…

NB: Especialmente en los países donde los porcentajes de personas, especialmente hablando de mi contexto, que es de las personas evangélicas, donde está creciendo la conexión allí es casi instantánea: “Ah, tenemos 10-15%, podemos pretender poner personas en el Congreso, quizás aspirar a la presidencia, etc.”.

AF: Cuando eso no ha funcionado, ¿no? Cuando hemos podido, supuestamente, hacerlo, ha sido bastante desastroso.

NB: En efecto. Fíjate que uno de los peores momentos en la violencia peruana ha sido bajo el gobierno del dictador Alberto Fujimori. Alberto Fujimori llega al gobierno con el apoyo de grupos evangélicos. Entonces, lo mismo en Guatemala. Recordaremos al presidente Serrano, presidente evangélico…

AF: O Ríos Montt, en Guatemala…

NB: Exacto, un golpe de estado contra su propio gobierno. Bueno, entonces yo creo que esa actitud es una actitud muy miope…

AF: O egoísta, tal vez…

NB: Así es, muy enfocada en nosotros mismos y nuestros intereses como grupo. Creo que los cristianos todavía tenemos delante el desafío de ser actores, de ser ciudadanos activos y preactivos en la construcción de sociedades más justas, desde distintos espacios de la vida pública. No debe ser solamente la opción partidaria electoral. Me viene a la mente este texto, y lo digo con mucho temor, yo me dedico a la enseñanza, y este es un texto que cuando lo leo me hace temblar, porque habla de los maestros…

AF: A ver…

NB: Me refiero a Mateo 23, y en Mateo 23 Jesús acusa a los escribas y fariseos. Especialmente los acusa de su gran hipocresía a los maestros de la ley. El versículo 23 de este capítulo 23 de Mateo dice: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello”. Yo creo que en vez de estar concentrados, y no quiero de ninguna manera desmerecer intentos honestos de líderes cristianos, de personas que saben de política, que están intentando llegar a una posición de liderazgo político. Hace pocas semanas un colega nuestro en Uruguay fue elegido al Congreso, y es algo que yo aplaudo. Se trata de una persona muy decente y muy inteligente. Entonces no es para desanimar, pero sí para recordarnos a todos que nuestro llamado es a velar por la justicia, la misericordia y la fe. Y velar por la justicia, la misericordia y la fe se hace de múltiples maneras, no solamente mediante la carrera política para llegar a puestos elegidos. Pero si llegamos, para aquellos que lleguen a esos puestos de tanta responsabilidad, espero que nunca se olviden de ese texto. Que lo más importante de la ley es la justicia, la misericordia y la fe.

AF: Nina Balmaceda, muchísimas gracias. Tenemos que cerrar este bloque y creo que, el programa va a estar grabado, vamos a subirlo a nuestro blog para poder seguir analizando. Hay muchísimo para analizar, y esperamos contar con vos pronto, tal vez acá en Argentina, dando una conferencia. Vamos a avisarlo, porque me gustaría hacerte un montón de más preguntas y seguramente los oyentes también, pero nos has dejado mucho para reflexionar en esta mañana de diciembre, y te deseo una linda Navidad, un feliz Año Nuevo con los tuyos, y el mejor año por delante. Muchísimas gracias por este tiempo.

NB: Igualmente para ustedes, Alejandro, para ti y tu familia, para todos nuestros oyentes. Argentina es un país que llevo en el corazón, y deseo lo mejor para tu patria y para toda América Latina. Hasta pronto.

AF: Un beso grande, Nina.

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