También hemos venido a este lugar sagrado, para recordar a Estados Unidos de América la urgencia impetuosa del ahora. Este no es el momento de tener el lujo de enfriarse o de tomar tranquilizantes de gradualismo. Ahora es el momento de hacer realidad las promesas de democracia. Ahora es el momento de salir del oscuro y desolado valle de la segregación hacia el camino soleado de la justicia racial.
Pero hay algo que debo decir a mi gente que aguarda en el cálido umbral que conduce al palacio de la justicia. Debemos evitar cometer actos injustos en el proceso de obtener el lugar que por derecho nos corresponde. No busquemos satisfacer nuestra sed de libertad bebiendo de la copa de la amargura y el odio. Debemos conducir para siempre nuestra lucha por el camino elevado de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra protesta creativa degenere en violencia física. Una y otra vez debemos elevarnos a las majestuosas alturas donde se encuentre la fuerza física con la fuerza del alma. La maravillosa nueva militancia que ha envuelto a la comunidad negra, no debe conducirnos a la desconfianza de toda la gente blanca, porque muchos de nuestros hermanos blancos, como lo evidencia su presencia aquí hoy, han llegado a comprender que su destino está unido al nuestro y su libertad está inextricablemente ligada a la nuestra. No podemos caminar solos. Y al hablar, debemos hacer la promesa de marchar siempre hacia adelante. No podemos volver atrás.
¡Hoy tengo un sueño!
Sueño que algún día los valles serán cumbres, y las colinas y montañas serán llanos, los sitios más escarpados serán nivelados y los torcidos serán enderezados, y la gloria de Dios será revelada, y se unirá todo el género humano. Cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada caserío, en cada estado y en cada ciudad, podremos acelerar la llegada del día cuando todos los hijos de Dios, negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: "¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Gracias a Dios omnipotente, ¡somos libres al fin!" . (*)
Este discurso pronunciado por Martin Luther King Jr. el 28 de agosto de 1963 en el Lincoln Memorial, Washington D.C., es un ejemplo para tomar en cuenta por los líderes políticos de nuestra nación, ampliamente aplicable a la problemática actual de la Argentina. Y aunque no sea en el aspecto específicamente de segregación racial, sí sirve para cualquier grupo de personas que vea cómo sus valores y derechos son violados por el poder de turno (en cualquiera de sus tres esferas) y pretenda recuperar o lograr la justicia y el respeto lesionado.
En el discurso, MLK hizo esta dramatización del “cheque listo para cobrar” que tenemos cada ciudadano, no importe nuestro origen o credo. Se aplica a los creyentes que quieran reclamar un país con principios éticos, morales, con respeto a la familia y a la vida, sin corrupción, agresión o autoritarismo. Estos son principios que los hombres patrios de nuestra nación resaltaron en el preámbulo de la Constitución Nacional donde, al establecer las bases de la misma, invocaron a “Dios como fuente de toda razón y justicia”.
Si nos preguntamos en qué momento se tiene que hacer el reclamo de justicia, ética y moral, MLK responde que ahora es el momento para que Argentina se levante de su condición y camine hacia un rumbo distinto, afianzándose como un país ejemplar en Latinoamérica, un país con democracia, república, con educación, etc. Este es el momento, no podemos esperar más. Que desde el mundo se pueda confiar en Argentina no tiene que ser una cuestión partidaria, sino una cuestión de estado.
Resulta también muy importante resaltar que este país diferente que anhelamos no se puede conseguir por medio de la violencia (hasta el día de hoy seguimos viviendo las consecuencias la sangre derramada en nuestra tierra), amargura u odio.
Por último resulta digno de resaltar la importancia del obrar de Dios que MLK sostenía respecto del cambio en Estados Unidos. En Argentina también los caminos torcidos se deben enderezar, las montañas de obstáculos se debern allanar y la gloria de Dios debe ser revelada a todos los argentinos, para encontrar el camino justo que debemos emprender.
Este es un camino de libertad, donde debemos liberarnos de las cadenas que nos detienen y para que cada argentino experimente la libertad en todos los ámbitos de su vida.
Si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora, y me busca y abandona su mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré su pecado y restauraré su tierra. Mantendré abiertos mis ojos, y atentos mis oídos a las oraciones que se eleven en este lugar. Desde ahora y para siempre escojo y consagro este templo para habitar en él. Mis ojos y mi corazón siempre estarán allí.
En cuanto a ti, si me sigues como lo hizo tu padre David, y me obedeces en todo lo que yo te ordene y cumples mis decretos y leyes, yo afirmaré tu trono real, como pacté con tu padre David cuando le dije: "Nunca te faltará un descendiente en el trono de Israel".
Pero si ustedes me abandonan, y desobedecen los decretos y mandamientos que les he dado, y se apartan de mí para servir y adorar a otros dioses, los desarraigaré de la tierra que les he dado y repudiaré este templo que he consagrado en mi honor. Entonces los convertiré en el hazmerreír de todos los pueblos. Y aunque ahora este templo es imponente, llegará el día en que todo el que pase frente a él quedará asombrado y preguntará: "¿Por qué el Señor ha tratado así a este país y a este templo?". Y le responderán: "Porque abandonaron al Señor, Dios de sus antepasados, que los sacó de Egipto, y se echaron en los brazos de otros dioses, a los cuales adoraron y sirvieron. Por eso el Señor ha dejado que les sobrevenga tanto desastre".
(2 Crónicas 7:14-20)
En cuanto a ti, si me sigues como lo hizo tu padre David, y me obedeces en todo lo que yo te ordene y cumples mis decretos y leyes, yo afirmaré tu trono real, como pacté con tu padre David cuando le dije: "Nunca te faltará un descendiente en el trono de Israel".
Pero si ustedes me abandonan, y desobedecen los decretos y mandamientos que les he dado, y se apartan de mí para servir y adorar a otros dioses, los desarraigaré de la tierra que les he dado y repudiaré este templo que he consagrado en mi honor. Entonces los convertiré en el hazmerreír de todos los pueblos. Y aunque ahora este templo es imponente, llegará el día en que todo el que pase frente a él quedará asombrado y preguntará: "¿Por qué el Señor ha tratado así a este país y a este templo?". Y le responderán: "Porque abandonaron al Señor, Dios de sus antepasados, que los sacó de Egipto, y se echaron en los brazos de otros dioses, a los cuales adoraron y sirvieron. Por eso el Señor ha dejado que les sobrevenga tanto desastre".
(2 Crónicas 7:14-20)
Martín Bruzzi, en la reunión de la Mesa del 2 de agosto de 2008
(*) Traducción del texto completo del discurso
Video del discurso con subtítulos en español
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